Impresionado por el aspecto que ofrecía su padre, Siddharta decidió llevárselo de allí y arrastro al monarca, pese a las protestas de este, hacia los establos, donde solo quedaban unos pocos caballos en el espacio reservado a las monturas del rey y del príncipe. De camino hacia las cuadras, se encontraron con Asvapati. Siddharta le rogó que los siguiera, dejando a Chandaka y Ananda que atendieran a Yasodhara.
Los tres hombres cabalgaron a través de la ciudad desierta, hacia las colinas. Suddhodana no daba crédito a sus ojos.
-Ese canalla,-mascullo.-esa serpiente pagara muy caro lo que ha hecho. Ha matado a la amatoria de nuestros hombres y ha arrebatado a su hermana lo más valioso: sus padres, sus lazos con su pueblo, incluso la posibilidad de ser reina.-
Siddharta estaba pálido como un fantasma.
-No le odies, padre.-contesto.-Todo regresa. Sígueme y no te preocupes.-
Su voz sonaba suave como la miel. Suddhodana sabia que su hijo sufría, pero no quería sincerarse. La sensación de que le había fallado, de que no había conseguido proteger su reino, hizo que Suddhodana se sintiera profundamente apenado. Temía que Siddharta no se lo perdonara nunca.
Al llegar a la cima de la colina, divisaron el campamento del ejercito magadhano.
El rey mudo de color. En lugar de explicarle el motivo de la presencia de las fuerzas de Magadha, Siddharta sonrió con tristeza y pidió a su padre y al brahmán que lo siguieran.
El desconcierto de Suddhodana fue en aumento a medida que se aproximaban al campamento, formado por un océano de tiendas, soldados y caballos. Todos los hombres se inclinaron respetuosamente ante Siddharta. Al cabo de unos minutos llegaron a la tienda del general y entraron sin anunciarse.
El general se hallaba de pie en el centro de la espaciosa tienda, estudiando unas figuritas colocadas sobre una tabla. Cuando vio entrar a Siddharta, lo saludo con una reverencia.
-Te presento a mi padre, el rey de Sakya.-dijo Siddharta.
-Señor.-respondió el general con tono de respeto.
-Que hacéis tu y tus hombres aquí?-inquirió Suddhodana.
-El ataque de los josalas contra Sakya convenció al rey Bimbisara de que Virudaja es un embustero y un traidor. Por consiguiente, el rey me ha encomendado la misión de reconquistar Sakya y los territorios circundantes. A cambio, los sakyas serán nuestros aliados en la paz.-
Conmovido, el anciano rey se sentó.
-Así pues, habéis acudido para ayudarnos.-dijo Asvapati, mirando asombrado al general.
-En efecto.-asintió este.-Estamos listos para iniciar el ataque al amanecer.-
De golpe, Suddhodana rompió a reír histericamente, incapaz de seguir reprimiendo sus emociones. El general lo miro alarmado y pregunto:
-Estas bien, excelencia?-
El rey asintió y abrazo al general efusivamente. Incluso la alegría resultaba difícil de expresar después de tanto dolor.
-Si. General.-contesto, alzando una copa de Soma.-¡Brindemos por la paz!-
El licor ayudo al rey a serenarse. A continuación, los hombres se acomodaron sobre unas esteras en el suelo y se entregaron a una charla amistosa. Al cabo de un rato, el rey Suddhodana se levanto y anuncio que deseaba regresar al palacio. Necesitaba estar a solas para reflexionar.
Asvapati y el rey partieron juntos. Asvapati estaba pensativo, analizando los hechos de forma filosófica, con cierta distancia y frialdad, lo cual evitaba que se dejara arrastrar por las pasiones y las emociones. El rey, sin embargo, se sentía exultante.
-Deja de rumiar como una vaca, brahmán.-dijo el monarca mirando a Asvapati de reojo.-Todo esta perfectamente claro.-
-Señor?-
-La profecía de Ashita. Acaso no estas pensando en eso?
Asvapati detuvo a su caballo y aguardo a que el rey prosiguiera.
-Esta claro que mi hijo ha tomado una decisión.-declaro Suddhodana.
El brahmán trato de responder con una evasiva, pero su deber de preparar al rey le obligaba a expresar su opinión.
-Las cosas suceden cuando suceden. Un hombre prudente nunca se deja cegar por la evidencia, señor.-
-Eso es una redundancia.-replico el rey. En el fondo, se negaba a admitir que Asvapati podía tener razón; los hechos habían demostrado sobradamente que el brahmán no tenia un pelo de tonto, lo cual alimentaba los temores y complejos del rey.
Furioso, Suddhodana espoleo a su caballo y partió al galope hacia el palacio, dejando a Asvapati atrás. El brahmán sabía que el rey temía haber fallado a su hijo. Y a su vez Asvapati temía haber fallado al rey. Hacia años que intentaba prepararlo, pero ni siquiera había conseguido que aceptara la posibilidad de… otro camino. Suddhodana se aferraba ciegamente a sus esperanzas, cerrándose a todo cuanto pudiera acabar con ellas. Asvapati empezaba a pensar que el mundo se basaba en unos principios que el no podía aceptar. La cruda realidad mostraba otra cosa, el mundo parecía haberse puesto de cabeza.
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