-Mira, Siddharta.-dijo, señalando a los josalas.
Virudaja, se dirigió hacia un grupo de desconocidos de tez clara que charlaban junto a Prasenajit. Llevaban unas largas barbas, rizadas artificialmente, que caían formando unas ondas. Iban vestidos con unas túnicas verdes de amplias mangas ribeteadas con brocado dorado y ceñidas a la cintura mediante anchos cinturones. Al acercarse, el príncipe sonrió e inclino la cabeza, frotándose las manos en un elocuente gesto de codicia.
El jefe del grupo era un hombre alto, de unos cincuenta años, con un rostro de marcadas facciones y aire autoritario. Tenia los ojos negros, de mirada penetrante, la frente alta y la nariz prominente.
-Quién es ese hombre, Asvapati?-pregunto Siddharta.
-El jefe de los sacerdotes de Magadha, que se han convertido a la religión zoroástrica. Son muy respetados y poderosos. Ejercen una gran influencia en la corte de Magadha.-
-Entonces son colegas tuyos.-observo Siddharta sonriendo.
-En cierto aspecto, sí. Propugnan las enseñanzas de un hombre llamado Zoroastro, un persa. Lo llaman profeta, pero sus creencias son opuestas a las nuestras.-
-Opuestas?-pregunto Siddharta, intrigado.-En que sentido? Explícate, Asvapati.-
-Consideran que la muerte es definitiva.-respondió el brahmán.
Al oír la respuesta, Siddharta se atraganto.
-Yo me inclino a estar de acuerdo con ellos.-intervino Ananda con tono burlón.
Todos sonrieron, excepto el brahmán.
-Me refería a una muerte definitiva sin posibilidad de que uno renazca para purificar el espíritu.-preciso el brahmán.-Para los seguidores de Zoroastro, el hombre solo nace y muere una vez. Los buenos van a un lugar llamado cielo, donde consiguen cuanto desean, y los malos van al infierno, donde sufren durante toda la eternidad.-Después de una pausa para calibrar el efecto de sus palabras, Asvapati añadió.-Desde luego, su religión no cuenta con muchos adeptos.-
-El destino del hombre decidido en una sola vida? En un puñado de años?-repitió Siddharta retóricamente.
-Si, es absurdo.-admitió Asvapati.
-Y han conseguido alcanzar la felicidad?-pregunto Siddharta.
El brahmán suspiro, resignado. La eterna pregunta: la felicidad.
-Según tengo entendido, no mas que cualquier otra persona.-
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