sábado, abril 16, 2005

32-El rey Bimbisara.

-Canalla! Disponte a morir!-grito enfurecido el rey, blandiendo la espada.
Ante el inesperado ataque de Suddhodana, Virudaja retrocedió, tratando de defenderse con el escudo. Los dos hombres se enzarzaron en un combate encarnizado. Al fin, el rey consiguió acorralar a su enemigo contra la pared, pero cuando se disponía a descargar sobre él un golpe mortal, oyó gritar a su nuera:-Noooooo!-
Suddhodana se volvió y vio que Yasodhara yacía inconsciente.
Virudaja aprovecho el momento para derribar al rey de una patada en el vientre. Suddhodana profirió un grito de dolor, pero consiguió recuperarse y se abalanzo de nuevo sobre su enemigo.
Al cabo de unos instantes acudieron varios soldados sayas para proteger al rey. Al verlo malherido, con la cota de malla destrozada y empapada en sangre, se precipitaron furiosos hacia Virudaja, quien dio media vuelta y echo a correr.
-Corre, corre!-grito el rey.-Pero no conseguirás huir de tu karma. No por culpa de tu madre, ni por lo que hizo, sino por haberte convertido en un canalla. Pagaras muy caro lo que has hecho, cobarde!-
Virudaja se echo a reír. El rey y su estupida hermana debían seguir con vida para atraer a Siddharta, el objeto de la obsesión de Virudaja, hacia la trampa que le había tendido. Conociendo su indiferencia hacia el mundo de los hombres, el mundo donde gobernaba la espada, Virudaja sabia que su rival jamás atacaría Josala para reconquistar su reino. Para que iba a hacerlo, si no quedaba nada?
Mientras la destrucción de Sakya se precipitaba, el rey Bimbisara se despertó en su inmenso lecho, malhumorado. Algo lo turbaba.
Mas tarde, debía reunirse con el príncipe de Sakya. Flanqueado por dos guardias, Siddharta entro en el salón el trono y se encamino hacia el trono ante la expectacion de los presentes, quienes lo observaban con curiosidad. Iba seguido por Ananda y Govinda.
Al aproximarse, Siddharta reconoció en el rey al desconocido con quien había hablado la noche anterior. El rey le sonrió.
El príncipe de Sakya se inclino ante el monarca, con las palmas unidas en la frente, en señal de respeto.
-Señor, alabado sea tu imperio y tus súbditos.-dijo, con voz clara y firme.-Alabado sea el poder que ostentas en nombre de la justicia. Alabada sea la grandeza que has adquirido en nombre de la dignidad.-
El rey miro fijamente a Siddharta, mientras multitud de pensamientos se agolpaban en su mente.
-Me han informado acerca de una disputa entre los sakyas y los josalas, referente a la ruta comercial hacia el este, al camino del norte, para ser más precisos.-
-Prefiero llamarlo malentendido, señor. Los josalas consideran que mi padre y yo somos imbéciles. Mi padre y yo no opinamos lo mismo.-respondió Siddharta, con una sonrisa.
El rey espero a que cesaran los murmullos provocados por las palabras de Siddharta.
-Y has venido a pedirme que te ayude a resolver este… malentendido.-dijo.
-Si, señor. Los sakyas nos encontramos en el centro, atrapados entre el poderío de Magadha al oeste y la codicia de Josala, al este. Una alianza entre los dos solo podría realizarse a expensas de nuestro pequeño reino.
Bimbisara, descendiente de una ilustre dinastía, rey de Magadha desde hacia muchos lustros, conocía bien a su pueblo. Satisfecho de la reacción de loa cortesanos a la presencia y palabras de Siddharta, el rey, prosiguió:-Es cierto. Os halláis en una situación conflictiva.-
-Este es el motivo que me ha traído aquí, señor.-dijo el príncipe.-Deseo que me garantices que nuestro territorio conservara su independencia. A cambio de la protección de su imperio, te ofrezco que tus caravanas atraviesen nuestras tierras gratuitamente.-
-Gratuitamente? Sin pagar ninguna tarifa de transito?-
-Así es, señor.-asintió Siddharta.-Cuando hay dinero de por medio, las relaciones suelen enturbiarse y yo deseo que las nuestras sigan siendo amistosas. Por otra parte, lo mejor que puedo ofrecer a mi pueblo es tu garantía de protección.-

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