El príncipe penetró en una amplia sala situada al final del pasillo que albergaba el imponente trono de Magadha. A ambos lados del mismo se erguían dos inmensos toros de piedra.
De pronto, Siddharta presintió que no estaba solo. Al volverse vio a un individuo que salía de entre las sombras, parecido a la parte humana de la estatua. Sorprendido, Siddharta se levanto del trono.
El intruso era un hombre de mediana edad. Iba vestido con una sencilla túnica blanca y llevaba los largos cabellos recogidos en la nuca.
-Siéntate.-dijo sonriendo.-Estamos solos. Este trono parece hecho para ti.-
El amable talante del desconocido tranquilizó a Siddharta. Complacido, se sentó de nuevo. El hombre se apoyó en una estatua situada junto a los escalones que conducían al trono y miro fijamente al príncipe.
-Cómo te sientes sentado allá arriba?-pregunto el desconocido.
-Bien...-balbuceo Siddharta.
-Debe de ser muy agradable ser el rey de reyes. Te gustaría convertirte en el rey de reyes?-le preguntó.
-Agradable? No lo sé. Para competir con el poderoso Bimbisara de Magadha?-respondió Siddharta con una sonrisa.-Ese titulo comporta numerosas y abrumadoras responsabilidades. No sé si estoy capacitado para asumir ese poder y tomar las decisiones adecuadas.-reflexiono y prosiguió:-Cuándo mi pequeño reino esta en guerra, muerte que acontece me rompe el corazón... y con todo este poder, ¿podré controlarme a mí mismo?-
-Tal vez. El mundo es mucho mayor de lo que imaginamos. Muchos viajeros me han contado que existe otro océano mas allá del país habitado por las gentes amarillas. El poder... es lo que desean todos los hombres. Harían cualquier cosa con tal de alcanzarlo. Pero siempre desean mas...-
-Te gustaría que gobernara en el otro extremo del mundo?-le pregunto Siddharta.
-No, preferiría que te quedaras aquí.-
-Y que hacen los hombres que consiguen alcanzar el poder?-inquirió Siddharta.
-Cada cual lo utiliza de distinta forma.-contesto el desconocido.-Por ejemplo, nuestro vecino, el rey Ciro el grande de Persia, en virtud de su poder, ha conseguido ampliar su imperio hasta limites inimaginables. El rey persa y su corte creen Zoroastro, profeta de Ormuzd, el señor del bien y del mal, y en su archienemigo. Solo dos dioses, Siddharta, pero su historia tiene un final feliz, a diferencia de las historias de nuestros dioses, que siempre terminan trágicamente. Los persas creen firmemente en un dios de la luz, artífice de toda la creación. Una entidad malvada penetró en esa creación e inicio una batalla cósmica que finalizara con la victoria de la luz, una batalla en la que el individuo, en lugar de asumir una postura pasiva, tal como creemos nosotros, debe participar para defender el bien. Así, Zoroastro, Ormuzd y el hombre luchan juntos para implantar el bien y la justicia en el mundo. Por otra parte, su vecino, el estado griego de Atenas, ha instituido un gobierno del pueblo llamado democracia. Allí no se ha producido ninguna expansión, pues están demasiado ocupados discutiendo entre ellos.-
-En mi país, los ciudadanos participan en todos los asuntos de estado.-dijo Siddharta.-En cierto aspecto, podría decirse que también somos un pueblo democrático, aunque nunca hayamos utilizado este termino. Estoy convencido de que todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión.-
-Cuando mucha gente comparte el poder se produce el caos.-afirmo el desconocido.-Imaginemos que eres rey y que nada te impide monopolizar el poder, como el rey Ciro. Estas sentado en el trono, gozando de esa sensación... Si realmente tuvieras el poder, ¿qué harías?-
-Disfrutar de el.-contesto Siddharta con una sonrisa.
El desconocido también sonrió.
-Si me viera obligado a gobernar,-prosiguió Siddharta tras unos momentos.-procuraría tener presente que no soy un ser excepcional, sino un hombre como cualquier otro, y trataría de comportarme honestamente y mostrarme compasivo hacia mis conciudadanos.-
-Eso es todo?-pregunto el desconocido.
-Si.-
El desconocido sonrió. Luego se volvió hacia la ventana. Empezaba a clarear.
-Debo irme,-dijo.-pero me ocupare de que tus opiniones lleguen a oidos de la persona adecuada. Volveremos a vernos...-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario