En Josala, Virudaja estaba solo en sus lujosas habitaciones.
De pronto se abrió la puerta y apareció el general de los ejércitos de Josala. Tras cerciorarse de que estaban solos, cerro la puerta y se dirigió hacia Virudaja. Los dos hombres se miraron en silencio; sobraban las palabras.
Acto seguido, el general abrió la puerta y ordeno a un sirviente que entrara. Un individuo menudo, de mirada perversa, entro sigilosamente y miro a su alrededor. Llevaba un turbante blanco y en la mano izquierda sostenía una bandeja de plata cubierta con un paño. El sirviente depositó la bandeja en el centro de la habitación y aguardo.
Virudaja miro al general, quien, a su vez, dirigió un gesto al sirviente. El criado, retiro el paño con un gesto de satisfacción.
Al contemplar el contenido de la bandeja, Virudaja sintió nauseas...
El general lo miró fijamente.
Virudaja se sentía confundido, trastornado...
Sobre la bandeja aparecía la cabeza de su padre. Tenia los ojos vidriosos y su piel presentaba el tono azulado de la muerte. Como todas las victimas de Kali, Prasenajit tenia el cabello manchado de sangre y la boca abierta en un rictus de dolor.
La macabra imagen de la muerte de su padre impresionó a Virudaja, quien a duras penas consiguió dominar su repugnancia.
-Estaba solo?-pregunto.
-No, príncipe.-respondió el general secamente.-Lo mate anoche mientras yacía entre su esposa, tu madre, y dos de sus favoritas... Estaban dormidos, y los degollé con mi espada.-
-Mi madre...?-pregunto angustiado Virudaja.
-Me ordenaste que no quedara ningún testigo con vida.-
Todo el resentimiento, el temor, el dolor y la furia que durante años se habían ido acumulando en el príncipe estallaron violentamente. Los ojos se le llenaron de lagrimas. Yo era un niño cuando me rechazaste. Recordó la frialdad de su madre, que jamás lo abrazo amorosamente, que nunca lo acaricio con calor. La expresión de indiferencia de su padre cuando corría hacia él para contarle la ultima proeza de su caballito. Pero nadie le prestaba atención. A nadie le importaba. La necesidad de ternura y amor que sentía se convirtió en odio. Los constantes murmullos a sus espaldas; el sentimiento de inferioridad provocado por unas miradas de inexplicable condescendencia para un niño incapaz de comprender las maquinaciones; los intentos de utilizar las historias, las vagas referencias a la procedencia social de su madre... Todo ello le había agriado el carácter, mientras los celos y la envidia lo atormentaban constantemente.
Virudaja arrojo la copa, derramando un poco de vino sobre el suelo de mármol, donde se formo un pequeño charco que parecía sangre.
-Por que, padre?-pregunto en voz alta.-Yo solo deseaba que me tomaras en serio. Pero tu nunca me tuviste en cuenta. Tu...-
-Tu padre se unió al enemigo.-intervino el general secamente.
-Es cierto... se unió al enemigo.-repitió Virudaja como un sonámbulo.
-Esto es el resultado de su karma.-
-Si.-farfullo Virudaja, contemplando fijamente la cabeza de su padre.-Si, él tuvo la culpa...-
Había llegado el momento de asumir el mando. Tras recuperar el control, el príncipe ordeno con tono autoritario:-Alerta a nuestros vecinos. Diles que marcharemos sobre la capital de Sakya en cuanto sea posible.-
-Sin una declaración formal de guerra?-pregunto el general.
-Si jugamos de acuerdo con las reglas, general, perderemos el elemento sorpresa...-replico Virudaja.-Nuestras fuerzas deben estar preparadas para emprender un ataque conjunto. La campaña debe concluir antes del regreso de mi “buen amigo” Siddharta.
-Pero un ataque en pleno invierno supondrá grandes problemas.-objeto el general.-Siddharta no regresara hasta la primavera. Tenemos tiempo de sobra para prepararlo todo minuciosamente.-
Virudaja reflexiono unos instantes antes de contestar.
-Tienes razón. De todos modos, los sakyas no conseguirán vencer. Aplastaremos a su pequeño ejercito en un día. ¡Aunque los dirija el mismo Siddharta!-
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