Por fin llego el momento del duelo. Los josalas charlaban nerviosamente entre sí y hacían apuestas. Los sakyas parecían más tranquilos.
-Los hombres que se apoyan en unas bendiciones y en la traición suelen ser muy vulnerables.-dijo Siddharta a sus amigos de la infancia.-Carecen del arma más poderosa que puede poseer un hombre: la confianza en sí mismo.
Su breve discurso animó a cuantos lo rodeaban. Su padre lo miró sin apenas parpadear, tratando de ocultar su nerviosismo. Siddharta se dirigió lentamente a ocupar su lugar junto a la gigantesca higuera. Sus caballos sacudían la cabeza y relinchaban como si olfatearan el peligro. Al otro lado del desfiladero, el príncipe Virudaja monto también en su carroza, armado hasta los dientes y sujetando el escudo, decidió a aniquilar a su oponente. Antes de partir, miro a su general y dijo:-La bolsa...-
Disimuladamente, el general entregó a Virudaja una bolsa de cuero. El príncipe de Josala miro en el interior y sonrió, satisfecho.
El rey Prasenajit se levanto y el gran chambelán le entrego un magnifico arco dorado. El monarca colocó en el una flecha de plata y la disparo hacia las nubes. Tras describir una parábola en el aire, la flecha fue a clavarse en el centro del puente, equidistante de ambos contendientes. El gran chambelán, ataviado con una siniestra túnica negra bordad en plata, aplaudió al rey, quien le devolvió el arco. Acto seguido, Prasenajit se dirigió a los dos príncipes que estaban en sus carrozas a ambos lados del puente, listos para partir.
-Príncipe Siddharta de Sakya, príncipe Virudaja de Josala, quien consiga recuperar la flecha y dispararla al centro del mandala, se alzara con la victoria.-declaro el rey, señalando un hermoso mandala situado en lo alto de la higuera que había en el lado de los josalas. En el centro había una flor de loto que constituía la diana. Un tenso silencio cayo entre los presentes. El gran chambelán levantó la bandera de salida y exclamo:-Preparados!-
Virudaja miro nervioso a su rival. Siddharta permaneció impasible. Luego se inclino hacia delante, acaricio a su caballo y le murmuro unas palabras de aliento. El gran chambelán bajo la bandera bruscamente. Los dos príncipes azuzaron a sus caballos y partieron a toda velocidad hacia el lugar donde se hallaba clavada la flecha, mientras las tablas del puente crujían peligrosamente con el peso de las carrozas.
Siddharta desenvaino rápidamente la espada, cuya hoja relucía bajo los rayos del sol. Virudaja esgrimió también su contundente arma, forjada en metal oscuro. Los dos hombres alcanzaron la flecha casi simultáneamente, esquivando hábilmente la espada de su rival.
Tras haberse cruzado sin resultar heridos, los guerreros obligaron a sus caballos a dar media vuelta para emprender el siguiente asalto.
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