viernes, febrero 11, 2005

22-Recuerdos.

Mahabali descendió del planetario y condujo a Siddharta, que lo seguía como un pequeño cachorro de león a su madre, hacia la gigantesca pirámide que se erguía en el centro de la necrópolis. Tras penetrar en su tenebroso interior subieron a los aposentos privados de Mahabali. La primera habitación tenia forma redonda y el techo bajo, como una burbuja situada en la cima de la elevada pirámide. En el centro de ella había una mesa y dos sillas.
Mahabali descendió unas teas colocadas en las paredes circulares y la oscilante luz de las llamas iluminó la habitación.
-Has crecido.-observo el maestro con tristeza.-Pronto te convertirás en un hombre y deberás elegir tu camino. Vivo solo, no tengo esposa ni hijos a quien dejar mi importante legado. He consagrado mi vida a la ciencia. Mi viejo corazón descansara en paz sabiendo que continuaras mi labor.-
Con aire de misterio, Mahabali coloco tres pequeños discos de metal sobre una losa. Los discos representaban a los tres dioses principales: Brama el creador, Visnú el preservador y Siva el destructor.
-Elige una carta, la que quieras. Brama, Visnú o Siva.-Los muros de piedra amplificaban la potente voz de Mahabali.-Pero debo advertirte que ya sé cual escogerás. Te lo demostrare cuando lo hayas elegido.-
Como conocía muy bien a su maestro, Siddharta se pregunto que estaría tramando. Miro las cartas y luego al renegado, quien lo observaba con aire burlón.
Tras dudar unos instantes, el joven eligió la carta con la efigie de Siva el destructor, el dios blanco.
-He elegido a Siva, ahora demuéstrame como lo sabias.-
-Mira detrás de la puerta.-respondió Mahabali, señalando una pequeña abertura en el muro de piedra.
Al abrir la puerta, Siddharta descubrió un pequeño compartimiento de madera que contenía una estatua delicadamente tallada de Siva bailando al ritmo del tiempo. Sus cuatro esbeltos brazos sostenían un arco, un tridente, una lanza y un hacha. Siddharta contemplo durante unos instantes la estatua, cautivado por su belleza. Luego pregunto a su maestro:-Cómo lo has conseguido, Mahabali?-
El anciano sonrió.
-Quién eligió primero, tu o yo?-
-Hazlo de nuevo.-pidió Siddharta, arrojando la carta sobre la losa.
-Muy bien.-accedió Mahabali, mirando fijamente a Siddharta con sus ojos negros verdosos.-Pero si quieres que vuelva a realizar el truco, debes olvidar lo que has visto.-
-Pero entonces no descubriré como lo haces.-protesto Siddharta.
-Exactamente. Cuando mueras e inicies una nueva vida, debes olvidar lo que has vivido antes.-
Tras reflexionar unos instantes, Siddharta decidió aceptar de momento las reglas del juego.
-De acuerdo, digamos que he olvidado. Hazlo de nuevo.-
El joven príncipe eligió otra carta y la mostró a Mahabali. En el centro del loto dorado de la tierra aparecía la efigie de Brahma.
Mahabali señalo de inmediato una segunda puerta en el muro y dijo:-Mira tras ella.-
El joven Siddharta miro recelosamente a Mahabali antes de abrir la puerta. Tras el umbral, debajo de una vela, había una estatua de Brahma el creador. Siddharta vacilo unos instantes. De golpe comprendió el truco. En el tercer compartimiento había una pequeña estatua de Visnú dormido sobre un océano de leche, con la cabeza apoyada sobre la cola del rey serpiente.
-Me has engañado!-exclamo furioso.-Tres cartas y tres puertas! No importa la carta que elija...-
El maestro se echo a reír y contesto:-Creías que se trataba de una predicción... Pues bien, con Brahma sucede lo mismo. Eres libre siempre y cuando aceptes las reglas del juego en cada vida.-
Acto seguido Mahabali se dirigió a la puerta y golpeo con fuerza la rueda del mundo. El estruendo retumbo por toda la ciudadela, aplacando la ira de Siddharta. Satisfecho con el resultado, Mahabali se sentó de nuevo.
-Sin embargo, nuestro brahmán dice que todo es un sueño.-señalo Siddharta, ahora otra vez serio.
-Eso es lo que dicen los soñadores. Y los físicos y los alquimistas afirman que se trata de matemáticas y química.-respondió Mahabali.-Cada cual dice lo que cree y lo que mejor domina.-
-Pero Asvapati asegura que es una fantasía.-insistió Siddharta.
-Fantasía! Fantasía! Tienes el mismo carácter que tu padre. Si yo fuera tan rico como el sumo sacerdote, también creería que el mundo es una fantasía.
El joven y su maestro se miraron con aire desafiante.
-Y si nos negamos a jugar ese juego?
-No puedes negarte. Siempre existe un juego, aunque te niegues a participar.-
-De acuerdo. Pero no con esas reglas.-
-Y que reglas utilizaríamos? Las tuyas?-inquirió el sabio.-No basta con preguntar y quejarte, Siddharta... Lo importante es crear. Me gusta tomarte el pelo, pero sé que un día me sentiré orgulloso de ti, y tu me recordaras con afecto al evocar los momentos que hemos pasado juntos.
Siddharta recordaba su infancia, su aprendizaje con Mahabali, mirando el Puente Vivo. Ese era el lugar donde pronto se batiría a duelo con Virudaja. Allí, frente al riesgo cada vez más cercano de perder la vida, Siddharta rememoro sus pasos y medito sobre todo lo que había aprendido. Muchas veces hacia lo mismo ante un desafío próximo.
Dejando atrás el palacio envuelto en una nube de polvo, Suddhodana espoleo a su caballo y partió al galope hacia el Puente Vivo para reunirse con Siddharta.
Sobre el horizonte se cernían unos espesos nubarrones. El sol se deslizaba entre ellos, pero el aire resultaba casi irrespirable. Se aproximaba el monzón.
Al cabo de una hora, el rey llego exhausto al Puente Vivo , una imponente formación natural compuesta de las poderosas raíces de dos gigantescas higueras situadas a ambos lados de un profundo precipicio, formaban un puente suspendido sobre el vacío. El puente se hallaba a mitad de camino entre Sakya y el Himalaya. El puente estaba rodeado de una abundante vegetación y la hierba llegaba hasta las rodillas.
Siddharta estaba de pie al borde del precipicio, observando el puente y el vacío que se abría a sus pies. El rey desmonto y se acerco a su hijo.
-Mañana es el día.-dijo con cierta amargura.-El recuerdo de mi padre, que murió a manos del padre de Prasenajit, me atormenta. La ultima vez que lo vi, la sangre le manaba del pecho. Al distinguirme entre la multitud, me dirigió una mirada que expresaba todo el cariño que sentía por mí. No podía creer que mi padre, un hombre fuerte y orgulloso, que siempre me había apoyado y protegido, me hubiera abandonado. Por que no se había preparado para la justa? Por que había dejado que el traidor lo matara? Sé que me he comportado fríamente contigo.-confeso Suddhodana, cerrando los ojos.-He estado muy ocupado con mis tierras. Tu rostro me recuerda al de mi difunta esposa. Me duele verte y me duele no verte... Tengo que salvar las diferencias que nos separan antes de que sea demasiado tarde. No dudes nunca de mi profundo amor hacia ti. A los guerreros y los reyes nos resulta difícil expresar nuestros sentimientos, que muy pronto aprendemos a ocultar y reprimir... Ojalá hubiera llegado a conocer mejor a mi padre! Mi padre debió ganar el torneo, pero hicieron trampa. Malditos esos traidores de Josala! No estaba preparado para la muerte de mi padre.-concluyo el monarca con voz temblorosa.
-Nunca estamos preparados para la muerte.-respondió Siddharta.
-No tuve ocasión de decir a mi padre lo mucho que lo quería, y no voy a arriesgarme a cometer el mismo error.-dijo Suddhodana.-Te quiero, hijo mío.-
El rey miró a Siddharta profundamente conmovido. Siddharta trato de reprimir las lagrimas. Sus hermosos ojos azules expresaban todo el amor que sentía por su desdichado padre. Suavemente, le tomo la mano y dijo:-Yo también te quiero, padre. El cariño que siento hacia ti me inspira. Mañana venceré. Te doy mi palabra.-

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