De repente, el renegado desapareció por una estrecha abertura en la pared de la pirámide.
Siddharta se quedo desconcertado ante la repentina desaparición de su maestro. Al cabo de unos momentos oyó un extraño ruido procedente del interior de la pirámide. A medida que el sonido adquiría un ritmo más cadencioso, capto una especie de chirrido. Asombrado, comprobó que la inmensa estructura, con sus anillos y estatuas, había comenzado a girar...
Al cabo de unos instantes apareció de nuevo Mahabali con aire triunfal. Al ver la expresión del niño, el sabio echo a reír, satisfecho del perfecto funcionamiento de la estructura.
-Supongo que ahora me preguntaras, como fue construido el universo.-dijo a Siddharta.-Una pregunta muy apropiada para un niño de diez años.-
El sabio sonrió. Siddharta tenia la inteligencia de un gran científico.
-Con la historia de la creación concluirá la sesión de esta noche. Al combinar los elementos de la tierra, el fuego, el agua y el viento, Brahma creó el mundo en forma de rueda, con siete continentes. Luego coloco la rueda sobre los hombros de cuatro elefantes. En el centro del mundo esta Sumeru. La montaña sagrada esta rodeada por el Ganges, el río sagrado que, a su vez, esta rodeado por los océanos, las montañas, los lagos y los ríos. Himavat y las montañas constituyen los hogares de los dioses: Brahma el creador, Siva el destructor, Visnu el preservador y otras importantes deidades. Los valles y las tierras bajas que ves aquí.-prosiguió Mahabali, señalando las correspondientes figuras.-están reservados a los nagas y a los demonios, y los nueve planetas vienen a completar el orden del cosmos: Surya, el dios dorado del sol, montado de una carroza de una rueda tirada por siete caballos; Chandras, el dios blanco de la luna, con una media luna en la frente, que cabalga sobre un ciervo; Nakshatrasa, las constelaciones de las esferas del mundo mas allá del nuestro...-
Siddharta seguía cada gesto de Mahabali mientras este le indicaba con una vara de madera los cuatro elementos esculpidos en marfil y todos los factores principales del universo.
Luego, Mahabali se volvió sobre la plataforma y señalo los dioses secundarios que aparecían representados en la parte superior de la pirámide: los rakshasas, unos dioses con forma de demonios cuyo poder aumentaba a partir de la medianoche; los nagas, unos seres con forma humana de la cintura para arriba y cola de serpiente, dotados de dientes ponzoñosos y siete cabezas. Mahabali revelo a Siddharta la identidad de cada uno de los dioses, mientras que el niño lo escuchaba todo embelesado.
Mahabali enseño a Siddharta a contemplar la vida como si fuera una novedad, una nueva creación, una nueva esencia que debía ser analizada por sus propios meritos. Los demás creían que no existía nada nuevo, solo continuidad.
Mahabali estaba colgado boca abajo, con una cuerda sujeta a la cintura, sobre su gigantesca pirámide, ajustando el mecanismo que controlaba la rotación de los anillos cónicos que giraban alrededor de la rueda que simbolizaba el mundo.
El niño había cumplido quince años, pero aun tenia que aprender un par de cosas.
-Pásame la aceitera, Siddharta.-pidió el astrólogo.
Siddharta, vestido como de costumbre con un dhoti rojo, con su largo cabello negro suelto, obedeció.
-Cómo lo sabes, Mahabali? Respóndeme.-
Los años no habían mermado la infinita curiosidad del joven.
Siddharta entrego también al anciano un pequeño martillo que este se apresuro a blandir contra la estructura.
-A que te refieres?-pregunto Mahabali, sin dejar de martillar.
-A que el universo nunca se detiene para ser reparado.-respondió Siddharta.
Mahabali el renegado lo miró sonriendo, con el cabello enmarañado y manchado de aceite y el rostro contraído en un extraño rictus debido al efecto de la gravedad.
-No puede detenerse! Todo esta relacionado. Lo que sucede aquí...-
A fin de que Siddharta lo entendiera mejor, Mahabali indico con el martillo un punto en la oxidada superficie del mundo.
-...repercute aquí.-El astrólogo señalo uno de los cuerpos celestiales.-Y lo que se mueve bajo ese circulo concéntrico resuena allí.-añadió, propinando un sonoro golpe sobre uno de los círculos del complejo mecanismo.-A cada efecto le corresponde una causa conocida. A cada causa, un efecto previsible. Así es el universo. Limpio y sencillo. Solo necesita continuar.-
-Así pues, nada es obra del azar?-inquirió Siddharta.
-El azar es un mal asunto.-contesto el anciano.
-Pero como voy a ser responsable de mis actos si no puedo elegir?-insistió Siddharta.
Tras no pocos esfuerzos, Mahabali consiguió incorporarse y se sentó sobre la trompa de un elefante.
-Claro que puedes elegir... en cierto sentido. Los dos somos los creadores de nuestra realidad y victimas de la creación. Te lo demostrare...-
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