viernes, junio 29, 2007

42-Identidad.

Cierto día, el rey Bimbisara de Magadha vio a un joven que caminaba por la ciudad pidiendo limosna. El rostro era gentil y noble, y sus ojos parecían brillar con aguda sabiduría, inteligencia y coraje. Impresionado por tan digno y gallardo porte, el rey visito al joven en su morada, al pie del monte Pandava. Allí, Siddharta, que de el se trataba, recibió al soberano y escucho estas palabras dichas con la máxima cortesía:
-Usted me parece una persona de noble cuna. Para ser honesto, la razón por la que he venido es que me gustaría que alguien como usted dirigiera mi ejercito. A propósito ¿de qué familia proviene?-
Siddharta parecía estar a menudo cerca del mundo celestial, pero nunca lo había alcanzado completamente. Jamás había saciado la última sed.El gobernante de Magadha, uno de los reinos más poderosos de la época, había ido a pedir, humildemente, los servicios del joven. Pero Siddharta respondió con calma:
-Pertenezco a los Shakyas, los descendientes del sol, una tribu que vive al pie del Himalaya. Pero he abandonado mi hogar para entrar en la vida religiosa. He renunciado a todos los honores y títulos seculares. Por lo tanto, lamentablemente, no puedo acceder a vuestro pedido.”-Le explico al rey que su objetivo era lograr la verdadera iluminación para poder solucionar los sufrimientos que nacen de la transitoriedad de la existencia humana. Al escucharlo, el rey Bimbisara supo que no podría disuadirlo.
Después de reflexionar acerca de su aprendizaje, Siddharta acudió a un sabio ermitaño brahmán, de quien se decía que era maestro de meditación yoga. Se creía que mediante esa practica, las personas podían liberar al espíritu puro, no contaminado, de los apegos materiales. Por ese medio, el sabio ermitaño, a quien Siddharta había escogido como primer maestro, había logrado llegar a la etapa conocida como “el reino en el que nada existe”: un estado de vacuidad en el que uno esta libre de todos los apegos mundanos. Bajo su guía, Siddharta se dedico a la practica y, en breve tiempo, loro el mismo nivel que su maestro. Sin embargo, sintió que la enseñanza no le brindaba la solución a las preguntas sobre la vida y la muerte. Busco otro maestro, también ermitaño, cuya experiencia en meditación yoga le había permitido alcanzar “el reino en el que no existe ni el pensamiento ni el no pensamiento”, un estado en el que no había actividad mental. Una vez más, Siddharta domino con rapidez esa práctica, pero ella tampoco le permitió concretar su propósito. La vejez, la enfermedad y la muerte son sufrimientos reales que atormentan a los seres humanos. Siddharta sintió que la iluminación de esos maestros, para quienes la meditación se había vuelto un fin en si misma, era inútil por completo para brindar soluciones al acuciante problema de la vida y de la muerte. Pensó: -Esta no es la clase de iluminación que estoy buscando. Quiero lograr la verdadera, la que libera a la gente de los sufrimientos de la vejez, la enfermedad y la muerte.-Siddharta abandono a su segundo maestro para continuar la búsqueda de la verdadera iluminación, y trato de hallar un lugar tranquilo para dedicarse a la práctica de las austeridades. Llego al pueblo de Sena, en el distrito de Uruvela, situado a orillas del río Nairanjana, que corría al oeste de Rajagriha. La ciudad tenia un hermoso bosque con un follaje desbordante, y Siddharta lo eligió para comenzar las austeridades. Muchos ascetas habitaban allí con el mismo propósito. Un día, por la ciudad de Siddharta pasaron unos samanas, ascetas peregrinos; eran tres hombres enjutos y cansados, ni viejos ni jóvenes, con los hombros ensangrentados y llenos de polvo, casi desnudos, abrasados por el sol, solitarios extraños y flacos chacales en un reino de hombres.
En aquellos días, era creencia común en la india que el cuerpo estaba contaminado y que solo el espíritu era puro. Puesto que el cuerpo tenia cautivo al espíritu, se pensaba que castigando y debilitando la parte física, se podía lograr la libertad espiritual.
Comió solamente una vez al día y nunca alimentos cocinados. Ayuno durante quince días. Ayuno durante veintiocho días. La carne desapareció de sus muslos y mejillas. Sueños extraños aparecían ante sus ojos dilatados; en sus huesudos dedos crecían largas uñas, y del mentón le nacía una barba hirsuta y enmarañada.
El sol se reflejaba en el hielo y le arrancaba todos los colores del arco iris. Mas arriba, los glaciares se erguían como dioses.
Siddartha se despertó aterido de frío. El resplandor del cielo lo deslumbraba.
El dolor y el hambre lo atenazaban. Comenzó a trepar fatigosamente por el glaciar, utilizando una piedra para crear unos agarraderos en la pronunciada y helada pendiente. Al fin alcanzo la cima de la montaña, azotada por el viento. A su alrededor resplandecían los picos helados del Himalaya, recortándose sobre el intenso azul del cielo. Siddartha se detuvo unos instantes para contemplar el impresionante paisaje que se divisaba desde la cima.
Más arriba se erguía el pico de Himavat, un titán entre gigantes.
Tratando de adaptarse a los diferentes cambios que su naturaleza, su alma y su mente iban experimentando a medida que proseguía su camino, Siddartha continuo trepando por la helada pendiente. Al alcanzar un saliente debajo de la cima del Himavat, se detuvo unos minutos a descansar. Estaba extenuado y tenia las manos cubiertas de llagas.

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