Excepto a Siddharta.
El niño tenia una dignidad que lo diferenciaba de los demás mocosos a los que Mahabali había enseñado. Siddharta, que había cumplido diez años, permanecía sentado con las piernas cruzadas sobre una columna, entre las ruinas de un viejo templo, escuchando atentamente las lecciones de su maestro. Llevaba un Kurta de seda blanca, un chaleco bordado con perlas y el pelo recogido en un moño.
Mientras Mahabali observaba a su alumno, pensaba: “Le enseñare el universo, le abriré todas las puertas, pues soy Mahabali el renegado, astrólogo, cosmólogo, astrónomo, matemático, adivino, medico, físico, alquimista y músico por excelencia... Le enseñare a captar el poder de la música, el poder de la danza de Siva, el ritmo que regula el universo, en lugar de las estupideces que enseñan los ignorantes sacerdotes.”
Siddharta aprendió que el sol eclipsaba a la luna, que el hombre no era simplemente, un microcosmos del universo, sino que estaba bajo la influencia de las estrellas y los grandes planetas... aprendió las influencias astrológicas y de los planetas. aprendió todo lo referente a la medicina, el cuerpo, las heridas, las hierbas y los elixires...
Luego, maestro y alumno se dirigieron agarrados de la mano hacia las inmensas ruinas de una construcción en forma de la pirámide. Los muros estaban adornados con miles de estatuas de unos seres metafísicos vedicos, en la parte superior se hallaban los devas, los dioses y espíritus benévolos, mientras que en la parte inferior aparecían los Nagas, dioses-serpientes de múltiples cabezas, y los demonios. Pero lo más asombroso era una gigantesca estructura mecánica, de forma esférica, colocada en la cima de la pirámide, que simbolizaba el universo, con una inmensa rueda plana que representaba el mundo había una torre colosal, el monte Sumeru, o Himavat, donde vive Brahma. Alrededor de la rueda y la torre había siete anillos concéntricos superiores y treinta y tres inferiores que simbolizaban el cielo. El universo estaba presidido por una estatua de Indra, el valiente y poderoso dios del trueno, quien vive entre las llamas del sol y es también el rey de los dioses. Mas abajo había unos anillos que simbolizaban los siete océanos, las seis cordilleras y los nueve cuerpos celestes.
Siddharta se detuvo al pie de la gigantesca estructura, mientras Mahabali, indiferente ante la poderosa presencia de las deidades, trepaba por una escalera que conducía a lo alto. Cuando llegó a una pequeña plataforma redonda, Mahabali retiro unas enormes tablas de piedra talladas de un compartimiento dorado que había en la pared de la pirámide comenzó a leer en voz alta, en sánscrito, las enseñanzas de los ancianos, mientras Siddharta lo miraba como hipnotizado.
-En el principio, cuando no había existencia ni no existencia, Brama vivía solo, hasta que llego un momento en que se canso de contemplarse a sí mismo; ya no se deleitaba en su unicidad, y mediante su suprema voluntad se volvió creativo. Después, este anhelo se convirtió en deseo, la semilla y germen de toda existencia. Así, el deseo de Brama dio origen al hombre y al mundo, a los cielos y al universo.
Había anochecido. Tras concluir su impresionante disertación, Mahabali el renegado guardo de nuevo las tablas en el compartimiento dorado. Al observar a Siddharta, comprobó que el muchacho se sentía cautivado por lo que acababa de oír. Su padre estaba resuelto a que se convirtiera en un gran rey. Pero sin duda resultaba más atrayente comprender el secreto de la materia a través de unos conceptos más grandes que el hombre (los misterios de la alquimia,, las pociones de la química, los prodigios de la astrología) que discutir sobre estrategias para conquistar o defender unos metros cuadrados de tierra. El poder del rey se había visto tan mermado por las disputas internas del concejo, que Mahabali no comprendía de que servia ser rey. Jamás había conocido a nadie que poseyera una inteligencia tan extraordinaria como Siddharta. Era el único capaz de llevar a cabo la labor que inicio Mahabali.
El niño tenia una dignidad que lo diferenciaba de los demás mocosos a los que Mahabali había enseñado. Siddharta, que había cumplido diez años, permanecía sentado con las piernas cruzadas sobre una columna, entre las ruinas de un viejo templo, escuchando atentamente las lecciones de su maestro. Llevaba un Kurta de seda blanca, un chaleco bordado con perlas y el pelo recogido en un moño.
Mientras Mahabali observaba a su alumno, pensaba: “Le enseñare el universo, le abriré todas las puertas, pues soy Mahabali el renegado, astrólogo, cosmólogo, astrónomo, matemático, adivino, medico, físico, alquimista y músico por excelencia... Le enseñare a captar el poder de la música, el poder de la danza de Siva, el ritmo que regula el universo, en lugar de las estupideces que enseñan los ignorantes sacerdotes.”
Siddharta aprendió que el sol eclipsaba a la luna, que el hombre no era simplemente, un microcosmos del universo, sino que estaba bajo la influencia de las estrellas y los grandes planetas... aprendió las influencias astrológicas y de los planetas. aprendió todo lo referente a la medicina, el cuerpo, las heridas, las hierbas y los elixires...
Luego, maestro y alumno se dirigieron agarrados de la mano hacia las inmensas ruinas de una construcción en forma de la pirámide. Los muros estaban adornados con miles de estatuas de unos seres metafísicos vedicos, en la parte superior se hallaban los devas, los dioses y espíritus benévolos, mientras que en la parte inferior aparecían los Nagas, dioses-serpientes de múltiples cabezas, y los demonios. Pero lo más asombroso era una gigantesca estructura mecánica, de forma esférica, colocada en la cima de la pirámide, que simbolizaba el universo, con una inmensa rueda plana que representaba el mundo había una torre colosal, el monte Sumeru, o Himavat, donde vive Brahma. Alrededor de la rueda y la torre había siete anillos concéntricos superiores y treinta y tres inferiores que simbolizaban el cielo. El universo estaba presidido por una estatua de Indra, el valiente y poderoso dios del trueno, quien vive entre las llamas del sol y es también el rey de los dioses. Mas abajo había unos anillos que simbolizaban los siete océanos, las seis cordilleras y los nueve cuerpos celestes.
Siddharta se detuvo al pie de la gigantesca estructura, mientras Mahabali, indiferente ante la poderosa presencia de las deidades, trepaba por una escalera que conducía a lo alto. Cuando llegó a una pequeña plataforma redonda, Mahabali retiro unas enormes tablas de piedra talladas de un compartimiento dorado que había en la pared de la pirámide comenzó a leer en voz alta, en sánscrito, las enseñanzas de los ancianos, mientras Siddharta lo miraba como hipnotizado.
-En el principio, cuando no había existencia ni no existencia, Brama vivía solo, hasta que llego un momento en que se canso de contemplarse a sí mismo; ya no se deleitaba en su unicidad, y mediante su suprema voluntad se volvió creativo. Después, este anhelo se convirtió en deseo, la semilla y germen de toda existencia. Así, el deseo de Brama dio origen al hombre y al mundo, a los cielos y al universo.
Había anochecido. Tras concluir su impresionante disertación, Mahabali el renegado guardo de nuevo las tablas en el compartimiento dorado. Al observar a Siddharta, comprobó que el muchacho se sentía cautivado por lo que acababa de oír. Su padre estaba resuelto a que se convirtiera en un gran rey. Pero sin duda resultaba más atrayente comprender el secreto de la materia a través de unos conceptos más grandes que el hombre (los misterios de la alquimia,, las pociones de la química, los prodigios de la astrología) que discutir sobre estrategias para conquistar o defender unos metros cuadrados de tierra. El poder del rey se había visto tan mermado por las disputas internas del concejo, que Mahabali no comprendía de que servia ser rey. Jamás había conocido a nadie que poseyera una inteligencia tan extraordinaria como Siddharta. Era el único capaz de llevar a cabo la labor que inicio Mahabali.
2 comentarios:
need a tranlsation of this. can you help
Use the google translator.
Publicar un comentario