El rey Prasenajit golpeó el suelo con el cetro y alzó la mano para imponer silencio.
-No, príncipe Siddharta, no te negamos tus derechos. Pero un hombre tan intrépido como tu debe comprender que el valor de una hija no puede negociarse?-
-Por supuesto.-convino Siddharta con aire inocente.-pero acaso pretendes decirme que no me concederías su mano si, por ejemplo, te pagáramos su peso en brillantes?-
La princesa Yasodhara miró a su padre, que estaba tendido junto a ella bebiéndose un vaso de vino. Al ver la expresión de codicia en su rostro, la muchacha se volvió hacia su madre y dijo con tristeza:-Por lo visto, papá esta dispuesto a venderme. Todo depende del precio.-
Basavi miró a su hija, sin saber que responder.
Siddharta continuó hablando, dirigiéndose no solo al rey de Josala, sino también a los magadhanos.
-Y si permitiéramos que vuestras caravanas pasaran por nuestro reino sin pagar la tarifa de transito? Abriríamos un camino al norte.-
El rey Prasenajit se quedó mudo, sosteniendo un pastel en la mano.
Suddhodana se inclinó hacia Asvapati y le murmuro al oído:-El poder de los sacerdotes de la religión zoroástrica puede inclinar la balanza a nuestro favor. A través de ellos podemos alcanzar Magadha. Adoran el fuego y el sol. Los tres pueblos, los helenos, los persas y los sakyas, constituimos la nueva raza. Aceptamos nuestro nacimiento, y adoramos al sol. Tengo la sensación de que si lograra agarrar el toro lunar, adorado por las dinastías de la luna, por sus divinos cuernos yo también me convertiría en el sol. He dado a mi pueblo la democracia. Siddharta debe viajar, ver el mundo y conquistarlo. Unir todos los reinos del sol.-
Todos los presentes aguardaban a que el rey Prasenajit tomara una decisión. Antes de que el rey de Josala pudiera responder, Siddharta añadió:-Pero quizás tengas razón, majestad. No hay que negociar con la valiosa vida de una hija.-
Luego, como si le restara importancia al asunto, Siddharta se sentó de espaldas a los josalas y se puso a charlar con sus amigos.
-Acaso me estas dando a entender que retiras tu petición, príncipe Siddharta?-pregunto Prasenajit, quien sostenía aun el pastel en la mano.
Con fingida indiferencia, Siddharta miro al rey de Josala y contesto:-Mi petición sigue en pie. Al igual que tu negativa.-
Mientras Prasenajit palidecía, Siddharta añadió:-Se trata de una cuestión de honor, pero no me parece correcto insistir en ello puesto que soy tu invitado.-
Corroído por la codicia, incapaz de terminar el pastel y obligado a mantener una apariencia de dignidad y autoridad, Prasenajit respondió con tono de suplica:-Quizá podríamos ofreceros otro regalo. Podemos ofreceros unas doncellas bellísimas... O armas.-
Volviéndose levemente hacia su anfitrión, fingiendo que el tema lo aburría, el príncipe de los sakyas contesto:-No, gracias señor.-
-¿Ese transito gratuito seria permanente?-pregunto Prasenajit.
Yasodhara suspiró. Para su padre era un gesto muy fácil venderla a cambio de oro. En sus ojos no se advertía el menor temor o remordimiento.
Durante unos instantes, los azules y luminosos ojos de Siddharta se clavaron en los de la joven.
-Que mirada tan dulce.-dijo Yasodhara a su madre.-No quería herir mis sentimientos.-
Siddharta espero unos minutos en contestar, para que todos se digirieran las palabras de Prasenajit. Luego se volvió con una sonrisa y pregunto:-¿Pretendes negociar conmigo?-
-No me estas facilitando las cosas, príncipe Siddharta. No agotes mi paciencia.-le advirtió Prasenajit enfurecido, estrujando el pastel que sostenía en la mano.
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