lunes, agosto 12, 2013

55-Yashas.

La tradición ha conservado el famoso sermón de Benarés, resumen de la doctrina de Siddartha.
-Me llamaís amigo pero no me dais mi nombre verdadero. Yo soy el Liberado, el Iluminado, el Iniciado, el Bienaventurado, el Buda. Prestad atención: ha sido hallada la liberación de la muerte. Yo enseño la doctina y os digo que si vivís según sus preceptos, según sus normas, según sus enseñanzas, alcanzareís la santidad perfecta y absoluta y hasta en esta vida conocereís la verdad. Ya basta de mortificaciones, puesto que es bastante con renunciar a todos los placeres de los sentidos materiales. Esta es ¡Oh amigos mios, la santa verdad para la eliminación, para la conquista del sufrimiento; la supresión del ansia por la destrucción del deseo, apartandolo, desligandose, liberandose del mismo. Esta es¡Oh monjes y amigos mios!, la santa verdad sobre la eliminación del dolor.
Es harto dificil disparar flecha tras flecha contra el agujero estrecho de una cerradura situada a larga distancia y acertar todos los tiros, sin fallar ninguno. Más dificil resulta todavia disparar y atravesar con la punta de un cabello cien veces hendido, un fragmento de cabello también hendido.-
Después de la conversión de los cinco ascetas, Siddartha permaneció un tiempo en Banaras junto a sus nuevos discípulos. Banaras era la capital del poderoso reino de Kashi, situado al noroeste de Magadha, en la India central.
Prospero centro comercial, se hallaba situado en un punto estratégico donde convergían rutas de transporte terrestre y fluvial, y donde se llevaba a cabo un importante trafico de mercancías con los estados vecinos. Al igual que Rajagriha, la capital de Magadha, Banaras o  Benares, parece haber sido cuna de una nueva clase de opulentos mercaderes. De hecho, el primer discípulo de Siddartha, después de los cinco ascetas, fue un joven llamado Yashas, hijo de un rico comerciante de Banaras.
Siddartha pasó sus días en el Parque de los Ciervos exponiendo la Ley a los cinco acetas que se habían convertido en sus discípulos.
En cierta oportunidad, cunado estaba descansando, vio que se aproximaba un joven. Se quejaba y suspiraba lastimeramente:
-¡Oh, cuanto sufrimiento! ¡Cuanta amargura!-
Su nombre era Yashas. Era hijo de una familia rica y, hasta ese momento, había vivido en el lujo y la comodidad, con un sequito de doncellas que respondían a todos sus antojos. Sin embargo, no estaba satisfecho. Sentía que su vida estaba vacía, tan yerma como un cementerio. Por eso, había huido del hogar.
Criado en medio de lujos, Yashas tenía tres residencias: una para la estación lluviosa, otra para los meses estivales y una última para pasar el invierno. Yashas era constantemente atendido por un desfile de doncellas, y su vida era un festín interminable, engalanado de danzas y de música.
Pero a pesar de estas circunstancias, a cual más placentera, internamente Yashas se sentía desencantado de esa vida de indulgencia sensual; cuanto más deleites ponían a su alcance, más hondas se tornaban su angustia y su sensación de vacío espiritual. Finalmente, una noche huyo de su hogar y comenzó a deambular en busca de paz espiritual, y fue entonces cuando conoció a Siddartha.
Este descansaba en Sarnath cuando escuchó al joven llorar atormentado. Lo invito a sentarse junto a él, le aseguró que ya no tendría mas motivos de angustia y comenzó a predicarle la ley. Yashas, que solo había conocido el vacío espiritual hasta entonces, respondió a las palabras de Siddartha con júbilo y decidió abrazar la nueva religión.
No le habló de inmediato sobre la Ley de la vida. Con envolvente calidez, le habló sobre la manera correcta en que debían vivir las personas y le señaló la necedad de una existencia esclavizada por el deseo. Yashas sintió que su corazón se purificaba.
Cuando Siddartha vio que el joven había recuperado la compostura, comenzó a exponer una parte de la Ley. Yashas lo escuchaba con mucha atención, sus mejillas sonrosadas denotaban su interés. Comenzó a surgir en su interior el deseo de abrazar la Ley. Siddartha había empezado por brindar al desesperanzado jovan un cálido apoyo.
En cuanto a Yashas, en su hogar se había producido una gran conmoción. Su adinerado padre había enviado sirvientes en todas direcciones, pero no había podido esperar; él mismo había partido en busca de su hijo.
Finalmente llegó al parque de los ciervos donde encontró a Siddartha. Este le expuso la Ley,  y el ansioso padre se impresionó enormemente. Al escuchar la enseñanza, tomó conciencia de que la riqueza y la fama no eran todo en la vida. Descubrió el sendero eterno de la verdad única para toda la humanidad y, al igual que Yashas, decidió seguir a Siddartha. Sin embargo, como jefe de su clan, no le era posible abandonar sus responsabilidades para ingresar en la comunidad religiosa. En cambio, se dedicó a la práctica budista como creyente laico. También permitió que su  hijo dejara el hogar y renunciara a la vida secular.
Además, invitó a Siddartha a su hogar para que lo escuchasen predicar su esposa y su nuera; y ambas abrazaron la nueva fe. Un significativo encuentro que las llevó a convertirse al Budismo. Por otro lado, los amigos de Yashas, que siempre lo habían admirado por su inteligencia brillante, también quisieron conocer su nueva vida como monje. Cuando fueron a visitarlo y escucharon predicar a su maestro, todos ellos también se sumaron a la orden.
En el mundo de la fe, el despertar de una persona jamás termina ahí, sus reverberaciones fluyen hacia innumerables seres, como pequeñas olas que se expanden en un estanque.
Yashas era un joven honesto y muy apreciado. La noticia de su ingreso en la vida religiosa se difundió entre sus amigos con la velocidad de un rayo. Curiosos por saber más acerca de la persona que lo había cautivado, como también acerca de la enseñanza que predicaba, fueron a visitar a Siddartha. Después de ese encuentro, ellos también, uno tras otro, abandonaron el hogar para empezar a transitar el nuevo camino. Pronto, el número creció hasta sobrepasar los cincuenta.
Atesorar a cada persona, forjar a cada individuo es la fórmula inalterable que conduce a la propargación amplia del Budismo.
En el Parque de los Ciervos, unos sesenta seguidores se reunieron en torno a Siddartha y lo aceptaron como maestro. Aunque pocos en cantidad, constituían una orden religiosa.

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