sábado, agosto 31, 2013

56-Cierre y apertura.

El pecador no está en camino hacia el Buda, no está evolucionando, aunque no nos lo podamos imaginar de otra forma. No; en el pecador, ahora y hoy, ya está presente el Buda, su futuro ya vive en él. El Buda en potencia que se alberga en el interior de cada persona, en ti, en mi, debe ser reconocido y respetado.
Sin embargo, en ocasiones Siddartha necesitó adoptar un enfoque distinto y trazar ciertas diferencias doctrinarias esenciales entre su ley y la filosofía de los Upanishads. El gran filósofo budista Nagarjuna identifico cuatro grandes métodos de exposición en las enseñanzas de Siddartha. El primero fue predicar de acuerdo con los deseos y necesidades de las personas que lo escuchaban; el segundo, enseñar de acuerdo con la capacidad intelectual de sus interlocutores; el tercero, explicar la enseñanza refutando y corrigiendo los vicios y errores de sus seguidores; el ultimo, predicar la verdad suprema solo cuando los discípulos habían llegado a un alto nivel de desarrollo y estaban preparados para comprenderla.
-Fijate en él-
Estupefacto, Ananda dio un codazo a Chandaka con tal fuerza que casi lo derribó al suelo. Habían acudido a Benares, desde Sakya, para ver a su amado Siddartha, que se había convertido en Buda, el iluminado. Así lo llamaban todos.
Estaban rodeados de un numeroso grupo de gentes venidas de todas partes, hombres, mujeres y niños: aristócratas luciendo unos turbantes adornados con rubíes, artesanos de manos ásperas, guerreros cubiertos con armaduras, las castas inferiores, los carniceros, los verdugos, cuyos cabellos largos y sueltos los hacían fácilmente inidentificables. Todos estaban sentados en el suelo, esperando contemplar y oír a Buda.
Los pájaros cantaban en los árboles. El parque donde se habían congregado era un lugar agradable, tapizado de hierba y sombreado con abundantes mangos. Las mariposas revoloteaban entre las flores naranjas. En la superficie del estanque flotaban unos fragantes nenúfares, mientras unos cisnes blancos se deslizaban airosamente sobre las aguas. El intenso y dulce olor de la primavera impregnaba la atmósfera.
Una pareja de ciervos inmóviles, temblorosos, dispuestos a emprender la huida a la primera señal de alarma, observaba con curiosidad un pequeño promontorio sobre el que se hallaba un hombre que irradiaba una extraña luz. Llevaba el cabello recogido en la nuca y sus ojos expresaban una gran sabiduría. Todos los presentes tenían la mirada fija en el Ananda reconoció la vieja túnica roja que llevaba Siddartha la ultima vez que lo había visto, la cual se había desteñido y presentaba un color anaranjado… Era Buda.
-Que aspecto tan extraño tiene vestido con ese viejo Dhoti, sin las espléndidas joyas de las que tan orgulloso se sentía… y con esa luz que lo rodea. Parece mágico.-murmuró Ananda.
Ese hombre ya no era Siddartha, sino una extraordinaria presencia.
-Está muy cambiado.-observó Chandaka.
Ananda sonrió al recordar sus pensamientos cuando era joven: Siddartha, la crisálida. Desde luego, se había convertido en la primera y más hermosa mariposa.
Todos guardaron silencio cuando Buda juntó las manos, formando una pequeña rueda con los pulgares y los índices.
-Todo se abrasa.-dijo. Su suave y al mismo tiempo poderosa voz impresionó a todos los presentes.-Los ojos se abrasan debido a lo que ven Los oídos se abrasan debido a lo que oyen. La piel se abrasa debido a lo que toca. Todos los sentidos y la mente arden de lujuria, odio, tristeza, debido al nacimiento, al sufrimiento y a la muerte. Todos sufrimos. Pero es posible poner fin al sufrimiento. Podemos triunfar sobre nuestros vínculos y nuestras pasiones, que nos hacen aferrar a una ilusión. Podemos vivir sin ataduras, en unas regiones mas elevadas que los dioses. Las cuatro nobles verdades conducen a la salvación; el nacimiento, la decadencia, la enfermedad y la muerte representan sufrimiento, nuestra misma existencia es sufrimiento.
Ananda trato de recordar cuanto veía y oía. El viejo monarca, Suddhodana, le exigiría una detallada descripción de lo sucedido. Deseaba acompañarlos, pero estaba muy viejo para emprender un viaje tan largo. Entretanto, el y Asvapati se harían compañía y seguirían discutiendo, como de costumbre, hasta que consiguieran alcanzar el Nirvana. Ananda pensó en la sorprendente mezcla de gentes que habían acudido, de todas las castas, razas, edades y orígenes. Por supuesto, a Siddartha nunca le había importado la procedencia social de la gente. Si Asvapati, el brahmán, hubiera estado presente, se habría escandalizado.
-Es extraordinario!-exclamó Chandaka.-Todos ellos con la vista dirigida hacia un hombre que era amigo nuestro, el hijo de Suddhodana, para que los guíe.
-La verdad del origen del sufrimiento es el afán con que los seres humanos se aferran a la existencia del ser, el nacimiento y la reencarnación.-prosiguió Buda.-A los deseo de “yo soy”, “yo necesito”,”yo quiero”. El afán de preservar lo que no puede durar, la vida, la juventud, haciendo caso omiso de lo más importante. La verdad sobre como suprimir el dolor es rechazar este afán eliminando por completo el deseo.
Ananda estaba triste. Sakya, su familia y sus amigos habían desaparecido. Poco a poco empezó a encontrar consuelo en las palabras del único amigo que le quedaba, aparte de Chandaka.
Debo unirme a él, pensó Ananda. Al menos estaré junto a él. Podré ayudarlo, seguirlo, buscar la iluminación…
-Tened presente que el karma configura vuestro destino futuro.-continuó Buda.-Vuestros actos influyen en la eternidad. He aquí la tercera verdad: seguid el óctuplo camino que conduce a la eliminación del dolor. Permaneced alertas y procurad comprender la condición humana. Difundí la verdad. Hace que cada uno de vuestros actos vaya dirigido contra la maldad y a favor del bien. Elegid una profesión que no contenga ningún elemento de crueldad, y así os conservareis puros. Vigilad vuestra conducta y aprended a meditar a través del yoga. Experimentad únicamente sentimientos sin maldad, codicia o ira. Hablad con pureza. No creáis en algo solo porque lo haya dicho un sabio, porque otros lo creen. Creed solo lo que consideréis cierto. No permitáis que un brahmán se interponga entre vosotros y vuestra meta.

lunes, agosto 12, 2013

55-Yashas.

La tradición ha conservado el famoso sermón de Benarés, resumen de la doctrina de Siddartha.
-Me llamaís amigo pero no me dais mi nombre verdadero. Yo soy el Liberado, el Iluminado, el Iniciado, el Bienaventurado, el Buda. Prestad atención: ha sido hallada la liberación de la muerte. Yo enseño la doctina y os digo que si vivís según sus preceptos, según sus normas, según sus enseñanzas, alcanzareís la santidad perfecta y absoluta y hasta en esta vida conocereís la verdad. Ya basta de mortificaciones, puesto que es bastante con renunciar a todos los placeres de los sentidos materiales. Esta es ¡Oh amigos mios, la santa verdad para la eliminación, para la conquista del sufrimiento; la supresión del ansia por la destrucción del deseo, apartandolo, desligandose, liberandose del mismo. Esta es¡Oh monjes y amigos mios!, la santa verdad sobre la eliminación del dolor.
Es harto dificil disparar flecha tras flecha contra el agujero estrecho de una cerradura situada a larga distancia y acertar todos los tiros, sin fallar ninguno. Más dificil resulta todavia disparar y atravesar con la punta de un cabello cien veces hendido, un fragmento de cabello también hendido.-
Después de la conversión de los cinco ascetas, Siddartha permaneció un tiempo en Banaras junto a sus nuevos discípulos. Banaras era la capital del poderoso reino de Kashi, situado al noroeste de Magadha, en la India central.
Prospero centro comercial, se hallaba situado en un punto estratégico donde convergían rutas de transporte terrestre y fluvial, y donde se llevaba a cabo un importante trafico de mercancías con los estados vecinos. Al igual que Rajagriha, la capital de Magadha, Banaras o  Benares, parece haber sido cuna de una nueva clase de opulentos mercaderes. De hecho, el primer discípulo de Siddartha, después de los cinco ascetas, fue un joven llamado Yashas, hijo de un rico comerciante de Banaras.
Siddartha pasó sus días en el Parque de los Ciervos exponiendo la Ley a los cinco acetas que se habían convertido en sus discípulos.
En cierta oportunidad, cunado estaba descansando, vio que se aproximaba un joven. Se quejaba y suspiraba lastimeramente:
-¡Oh, cuanto sufrimiento! ¡Cuanta amargura!-
Su nombre era Yashas. Era hijo de una familia rica y, hasta ese momento, había vivido en el lujo y la comodidad, con un sequito de doncellas que respondían a todos sus antojos. Sin embargo, no estaba satisfecho. Sentía que su vida estaba vacía, tan yerma como un cementerio. Por eso, había huido del hogar.
Criado en medio de lujos, Yashas tenía tres residencias: una para la estación lluviosa, otra para los meses estivales y una última para pasar el invierno. Yashas era constantemente atendido por un desfile de doncellas, y su vida era un festín interminable, engalanado de danzas y de música.
Pero a pesar de estas circunstancias, a cual más placentera, internamente Yashas se sentía desencantado de esa vida de indulgencia sensual; cuanto más deleites ponían a su alcance, más hondas se tornaban su angustia y su sensación de vacío espiritual. Finalmente, una noche huyo de su hogar y comenzó a deambular en busca de paz espiritual, y fue entonces cuando conoció a Siddartha.
Este descansaba en Sarnath cuando escuchó al joven llorar atormentado. Lo invito a sentarse junto a él, le aseguró que ya no tendría mas motivos de angustia y comenzó a predicarle la ley. Yashas, que solo había conocido el vacío espiritual hasta entonces, respondió a las palabras de Siddartha con júbilo y decidió abrazar la nueva religión.
No le habló de inmediato sobre la Ley de la vida. Con envolvente calidez, le habló sobre la manera correcta en que debían vivir las personas y le señaló la necedad de una existencia esclavizada por el deseo. Yashas sintió que su corazón se purificaba.
Cuando Siddartha vio que el joven había recuperado la compostura, comenzó a exponer una parte de la Ley. Yashas lo escuchaba con mucha atención, sus mejillas sonrosadas denotaban su interés. Comenzó a surgir en su interior el deseo de abrazar la Ley. Siddartha había empezado por brindar al desesperanzado jovan un cálido apoyo.
En cuanto a Yashas, en su hogar se había producido una gran conmoción. Su adinerado padre había enviado sirvientes en todas direcciones, pero no había podido esperar; él mismo había partido en busca de su hijo.
Finalmente llegó al parque de los ciervos donde encontró a Siddartha. Este le expuso la Ley,  y el ansioso padre se impresionó enormemente. Al escuchar la enseñanza, tomó conciencia de que la riqueza y la fama no eran todo en la vida. Descubrió el sendero eterno de la verdad única para toda la humanidad y, al igual que Yashas, decidió seguir a Siddartha. Sin embargo, como jefe de su clan, no le era posible abandonar sus responsabilidades para ingresar en la comunidad religiosa. En cambio, se dedicó a la práctica budista como creyente laico. También permitió que su  hijo dejara el hogar y renunciara a la vida secular.
Además, invitó a Siddartha a su hogar para que lo escuchasen predicar su esposa y su nuera; y ambas abrazaron la nueva fe. Un significativo encuentro que las llevó a convertirse al Budismo. Por otro lado, los amigos de Yashas, que siempre lo habían admirado por su inteligencia brillante, también quisieron conocer su nueva vida como monje. Cuando fueron a visitarlo y escucharon predicar a su maestro, todos ellos también se sumaron a la orden.
En el mundo de la fe, el despertar de una persona jamás termina ahí, sus reverberaciones fluyen hacia innumerables seres, como pequeñas olas que se expanden en un estanque.
Yashas era un joven honesto y muy apreciado. La noticia de su ingreso en la vida religiosa se difundió entre sus amigos con la velocidad de un rayo. Curiosos por saber más acerca de la persona que lo había cautivado, como también acerca de la enseñanza que predicaba, fueron a visitar a Siddartha. Después de ese encuentro, ellos también, uno tras otro, abandonaron el hogar para empezar a transitar el nuevo camino. Pronto, el número creció hasta sobrepasar los cincuenta.
Atesorar a cada persona, forjar a cada individuo es la fórmula inalterable que conduce a la propargación amplia del Budismo.
En el Parque de los Ciervos, unos sesenta seguidores se reunieron en torno a Siddartha y lo aceptaron como maestro. Aunque pocos en cantidad, constituían una orden religiosa.

sábado, agosto 03, 2013

54-El primer sermón.

El Buda continuó su camino modestamente, entregado a sus pensamientos; su rostro sereno no era alegre ni triste. Parecía sonreír levemente en su interior. Caminaba el Buda con una sonrisa enigmática, sosegada, tranquila, parecida a la de un niño sano; llevaba el hábito y caminaba igual que todos los demás monjes. Pero su cara y su manera de andar, su mirada tranquila y modesta, su mano suave y quieta y aun cada dedo de esa mano, hablaban de paz, de perfección; no buscaba, no imitaba; respiraba suavemente, reflejando una tranquilidad imperturbable, con una luz imperecedera, una paz intangible.
Ese bosque era punto de encuentro de anacoretas brahmanes. Por lo tanto, Siddartha no debe de haber practicado austeridades en soledad; lo más probable es que haya aprendido de sus semejantes diversos ejercicios y métodos, aunque no sabemos su estudio bajo la guía de algún asceta especifico, si prefirió la compañía de alguno en particular. La leyenda sostiene que, por este medio, algún día Siddartha habría de iluminarse sin falta. Como veremos, entonces, fue a estos cinco ascetas o Bhikshus a quienes dirigió su primer sermón.
Al parecer, transcurrió un mes o poco mas entre el día en que Siddartha obtuvo la iluminación y el momento en que predico su primer sermón en Sarnita, cerca de la ciudad de Banaras o Benarés. La distancia que separa a Buddh Gaya (donde Siddartha se iluminó) de Banaras es aproximadamente doscientos kilómetros.
Para ese primer sermón escogió ir a Banaras y no a Magadha porque quería predicar a los cinco Bhikshus o ascetas con quienes anteriormente había compartido la práctica de austeridades, y en ese momento los cinco se encontraban viviendo en Banaras.
-Yo vestía ropas de seda y mis ayudantes sostenían un parasol blanco sobre mi cabeza para preservarme de los rigores del sol, la lluvia o el viento. Mis perfumes, mis pomadas, mis ungüentos, siempre se adquirían en Benarés.-
Los conocía muy bien, por los muchos años de vida ascética que había compartido con ellos; en virtud de esta larga amistad, nos resulta natural que haya querido transmitir a estos camaradas antes que a ningún otro, los hallazgos de su reciente iluminación. Por espléndidas que le resultasen sus propias ideas, si no lograba exponerlas de manera convincente a las personas a quienes más conocía, jamás podría enseñar la verdad al pueblo en general. El hecho de que haya escogido como primeros interlocutores a sus viejos compañeros de búsqueda no hace sino poner de relieve su humanismo solidario y benevolente.
En el Parque de los Ciervos, sus cinco compañeros estaban practicando austeridades con diligencia, cuando uno de ellos vio a la distancia una figura que se aproximaba.
Le dijo a los demás:-¡Eh! ¿No es Gautama? Me pregunto que lo traerá por aquí...-
Otro agregó despectivamente: -Pensé que, antes que ninguno, Gautama lograría la iluminación soportando severas austeridades. ¡Entonces, de repente, abandonó la práctica! Al final, optó por una vida cómoda. Es un desertor. Cualquiera sea la razón de su regreso, no es asunto nuestro. No es necesario que nos molestemos en levantarnos para recibirlo o mostrarle alguna cortesía.-
Los cinco ascetas observaron con frialdad la silueta de Siddartha que se aproximaba.
Los cinco ascetas permanecieron sentados en inflexible silencio, observando con empaque gélido. Siddartha caminaba con gran dignidad. Se acercó, y les dirigió la palabra sonriendo. A pesar de sí mismos, todos se pusieron de pie. La voz poseía una fuerza tan atrayente, que no pudieron ignorarlo.
Cuando Siddartha se presento ante los cinco ascetas para predicar su primer sermón, que ejercería un extraordinario impacto en su propia vida y en la historia espiritual de la humanidad, fue recibido con cierta cuota de frialdad.
-Pues bien, aquí llega nuestro amigo Gautama, el que prefirió los placeres, el que renuncio a las austeridades en favor de la indulgencia. No es necesario que nos pongamos de pie para ir a su encuentro, ni que extendamos nuestras manos para recibir su túnica o su escudilla. Pero si lo desea, aceptaremos su compañía y le ofreceremos un buen lugar donde sentarse a nuestro lado.-
La actitud inicial de aquellos enseguida cedió paso a la cordialidad y al respeto. Sin embargo, convencidos de que Siddartha no había logrado una iluminación genuina, mantuvieron un tono informal y coloquial.
Les dijo que había logrado el supremo despertar y que había viajado hasta el Parque de los Ciervos para compartir con sus antiguos compañeros de prácticas ascéticas la gran verdad de esa iluminación.
Rehusaron creerle. ¿Cómo podía alguien como Gautama, que había abandonado las austeridades, lograr la iluminación?
Siddartha los reprendió por utilizar expresiones tan poco reverentes para dirigirse a un Tathagata, a un hombre perfectamente iluminado.
Sin embargo, como el anuncio de Siddartha acerca de su propia iluminación sonó arrogante a los cinco ascetas, estos prefirieron mantener un cauteloso escepticismo. Al revés, se preguntaron:
-Cuando hemos visto que alcanzara la sabiduría perfecta alguien  que abandonó la práctica de las austeridades religiosas en beneficio de la indulgencia y la comodidad?-
Siddartha reafirmo su declaración y su deseo de predicar la ley ante ellos, más los ascetas siguieron esgrimiendo objeciones. Finalmente, para acallar sus argumentos, les pregunto si alguna vez lo habían visto tan radiante y espléndido, y si alguna vez lo habían oído expresar una convicción tan clara y firme. Al escuchar estas palabras, convinieron en darle la razón y aceptaron ser interlocutores de su prédica.
-Siendo desapasionado, se llega a ser desprendido; a través del desprendimiento uno se libera. Al liberarse es el conocimiento el que se libera. Y se sabe: el nacimiento ha sido cumplido, la vida santa ha sido siempre vivida, lo que debe suceder ha sucedido, no hay nada más que hacer a este respecto.-
Siddartha se dirigió a esos rostros de ojos incrédulos con la seguridad y el aplomo de la enorme convicción que había obtenido. Pero al darse cuenta de que esa conversación no llevaría a ningún entendimiento, les dijo:
-Que ustedes crean o no en mis palabras es algo que no me va a afectar. Pero les pregunto, ¿Alguna vez me han visto tan radiante y lleno de vida? Este brillo proviene de la alegría de haber logrado el supremo despertar.-
Ciertamente, el Siddartha que estaba de pie frente a ellos distaba de ser la persona que recordaban. Su mirada llameante expresaba una honda convicción y su porte irradiaba dignidad, confianza y orgullo.
Nada habla con más elocuencia que la imagen que se ofrece como ser humano; su resplandor puede penetrar las nubes de la duda y la ilusión que oscurecen el corazón de las personas.
Ante la luminiscencia de la vida de Siddartha, los cinco ascetas decidieron abandonar las prácticas austeras y buscar las enseñanzas del Buda. Este se quedó en el Parque de los Ciervos e inició una actividad comunitaria para enseñarles la Ley a sus amigos.
Pero la magnitud de la Ley le planteó el difícil dilema de como enseñarla para que pudieran comprenderla. Finalmente, ideó un conjunto lógico de principios y los incorporó en un programa simple y práctico Luego, con gran paciencia, comenzó a enseñar en términos claros y concretos, acordes con la capacidad de sus oyentes. Sus enseñanzas de ese entonces estuvieron en su mayor parte "de acuerdo con la mente de las demás personas" (zutai), o sea, adaptadas al nivel de comprensión de su audiencia. El Buda predica la Ley según la capacidad y las preferencias de las personas y, así, las conduce gradualmente a la Ley verdadera. Enseñar y revelar el corazón de la iluminación del Buda, directamente, sin adecuar los conocimientos a la capacidad de la gente, se llama exponer la Ley "según la propia mente del Buda". (zuijii)
Siddartha continuó exponiendo la Ley, día tras día. Enseñó que debía rechazarse los dos extremos de hedonismo y ascetismo; en cambio, se debía vivir de acuerdo con el Camino Esencial. Elucidó la práctica para alcanzar este camino y también su filosofía subyacente.
Pronto, uno de los cinco ascetas, Kaundanna, obtuvo el discernimiento para comprender la enseñanza. Al hacerlo, probó que la Ley a la que Siddartha había sido iluminado también estaba al alcance de las personas comunes. Esto marcó el nacimiento del Budismo como una práctica misericordiosa que iba más allá de buscar sólo el beneficio personal y la iluminación.
Después de perseverar considerablemente en esta vida comunitaria, Kaundinya adquirió la “visión del Dharma”, es decir, el tipo de introspección que le permitió aprender la enseñanza de Siddartha. De tal suerte, Kaundinya fue el primer discípulo autentico del Buda. Pronto, los otros cuatro lograron este mismo nivel de comprensión, y de ese modo se formo el Samgha u orden budista. Así surgió la comunidad de los primeros discípulos.
En efecto, constituyó el anuncio de una nueva religión que nacía al mundo; se dice que fue “la primera vez que el Buda puso en marcha la rueda de la ley”. En la antigua India, se conocía la imagen del santo o sabio ideal, que hacia girar la rueda del universo y exponía la suprema ley de la verdad. De este concepto deriva el término “hacer girar la rueda de la ley”, que denota la forma en que el Buda, como hombre cabalmente iluminado, predica las verdades ultimas del universo y de la vida humana.
Por otro lado, sería excesivo afirmar que, al comienzo, no tuvo el menor propósito de salvar a la humanidad y que las afirmaciones contrarias fueron invenciones de sus discípulos y seguidores, en épocas posteriores. Después de todo, el hecho de haber abandonado a su familia y de entrar en la vida religiosa revela, de por sí, la inquietud que le provocaban los sufrimientos del hombre; su apasionado afán de resolver estos problemas ya evidenciaban un deseo de salvar universalmente a la humanidad.
En Benarés empezó Buda a predicar su doctrina; no tardando en convertir a los cinco monjes, a los que envió a predicar por el ancho mundo su doctrina, exhortándoles:
-Id por el mundo para que la gente se salve y para la mejor gloria de la humanidad y de los dioses..-
No tardaron en unirse a él mil brahmanes de Uruvela, a los que siguió una gran muchedumbre; por Buda dejaban los alumnos a sus maestros; reinas y reyes, montados en elefantes ricamente enjaezados acudían a venerar al que ya consideraban santo varón y a brindarle su amistad; la cortesana Ambapali llegó a ofrecerle un bosque de mangos.
Buda predicó por espacio de cuarenta años sin que ni los brahmanes ni nadie le impusiera obstáculo alguno. Buda dividió su existencia en dos periodos bien definidos: uno nómada y otro sedentario, con nueve meses de viaje y tres de descanso.
Durante los meses en que se desplazaba, Buda encontraba por todas partes parques, jardines y asilos, palacios reales y mansiones de grandes personajes, abriéndose todas las puertas. Jamás le faltó comida, lo mismo que a sus acompañantes, si bien practicaban el voto de pobreza y proseguían con la vida de pordioseros mendicantes.
Precedidos por su maestro, todos los miembros de la secta recorrían por la mañana la ciudad, pidiendo limosna y bendiciendo por doquier tanto a los que les asistían como a los que les negaban el óbolo suplicado.


Por las tardes, el iniciado meditaba en "sacrosanto silencio". De esta manera se fue propagando y conociendo el budismo. Fueron numerosas las asociaciones de monjes budistas que se formaron en aquel tiempo, asociaciones que más adelante se convirtieron en ricos y suntuosos monasterios y conventos; a su entorno se agrupaban las comunidades laicas que, sin hacer vida monástica, llevaban con placer la vida bajo la guía de los budistas.