viernes, julio 26, 2013

53-Nirvana.

Sentado en el árbol bodhi, habiendo alcanzado la iluminación, nacía el budismo. Siddartha concluyó:
-Todo el universo está sujeto al mismo ritmo constante de creación y cambio. Esto es aplicable por igual a los seres humanos. Quienes ahora son niños está destinados a envejecer y, finalmente, a morir, y luego a renacer otra vez. En el mundo de la naturaleza o en la sociedad, no hay siquiera un momento de descanso o inmovilidad. Todo fenómeno en el universo surge y se extingue por influencia de alguna causa externa. Nada existe en aislamiento; todas las cosas están ligadas a través del espacio y del tiempo, y se originan en respuesta a relaciones compartidas. Cada fenómeno funciona simultáneamente como causa y como efecto; y ejerce influencia en el todo. Además, la Ley de la vida impregna todo el proceso.-
Siddartha había aprendido la verdad mística de la existencia. Tuvo plena convicción de que podía desarrollarse ilimitadamente mediante esa Ley a la que había despertado. Toda crítica, obstáculo o dificultad no serían más que polvo en el viento.
-Al no estar conscientes de esta verdad absoluta, las personas viven en la ficción de que existen independientemente las unas de las otras.-Pensó.-En última instancia, esto las hace prisioneras de sus deseos y las aparta de la Ley de la vida, la verdad eterna e inmutable de la existencia. Vagan por la oscuridad y se hunden en la desdicha y el sufrimiento.
Pero esa penumbra deriva de las ilusiones de la propia vida. Esa oscuridad espiritual no solo es fuente de todos los males, sino también, la causa esencial del sufrimiento de las personas por las realidades del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Enfrentando este mal en nuestra vida, esta ilusión e ignorancia, podemos abrir el camino hacia la verdadera naturaleza humana y la felicidad indestructible.-
Pasaron las horas, y la intensa luz de un sol que se elevaba en el horizonte comenzó a disipar la niebla matinal. Fue una aurora de paz y de dicha para toda la humanidad; despuntaba un día en verdad radiante.
Bañado en la alegría de haber despertado a la Ley, Siddartha contempló el fulgor de un amanecer que se extendía por toda la tierra.
Los relatos difieren en lo que respecta a cuanto tiempo transcurrió desde que Siddartha renunció a la vida secular hasta el logro de su iluminación. Los que sostienen que abandonó el hogar a los diecinueve años, creen que tenía treinta cuando alcanzó el camino del Buda. Los que dicen que partió a los veintinueve, afirman que, en ese trascendental momento, tenía treinta y cinco.
Durante cierto tiempo, Siddartha disfrutó la alegría de su iluminación con respecto a la Ley, pero pronto comenzó a sentirse más y más preocupado. Enfrentó un nuevo y doloroso dilema: ¿Debía predicar esa Ley a los demás o debía permanecer en silencio? Sentado a la sombra del árbol pipal, estuvo muchos días atormentado por esa duda.
Nunca antes se había escuchado, ni mucho menos expuesto, esa magnífica e insuperable Ley. Había una enorme brecha entre el mundo real y el deslumbrante universo que existía dentro de su propio ser. Las personas vivían atormentadas por el miedo a la enfermedad, la vejez y la muerte; y, consumidas por los deseos, luchaban constantemente entre sí.
Todo eso era producto de la ignorancia sobre la Ley de la vida. Sin embargo, aunque la enseñara en bien de todos, era posible que nadie la comprendiera.
Siddartha se sintió completamente solo. Era "la soledad del verdaderamente iluminado", conocida por quienes han llegado a percibir un profundo principio o verdad de los que nadie más está consciente.
Pensó: -Si nadie es capaz de comprender esta Ley, cualquier intento por enseñarla no solo será inútil, también podría inducir a la gente a maldecirme y calumniarme. La falta de entendimiento podría incluso llevarlos a perseguirme. Renuncié al mundo secular para encontrar una solución a mi dolor personal por la condición humana: el sufrimiento que proviene de la vejez, la enfermedad y la muerte. Nadie sabe que he logrado la iluminación; si permanezco en silencio, nadie me criticará. Si, eso es lo que haré. No lo diré. Mantendré el secreto en mi corazón y viviré mi propia vida, inmerso en la alegría de conocer la Ley...-
Según un relato, en ese momento, los demonios reaparecieron para atormentarlo. Una vez más, este episodio puede interpretarse como una batalla librada contras las funciones negativas dentro de su propio ser, que esta vez intentaban disuadirlo de enseñar la Ley a otras personas.
Siddartha no pudo detener el surgimiento de la duda y la vacilación. La incertidumbre frente a la idea de seguir adelante y difundir la Ley y lo angustiaba.
Las funciones diabólicas continuaron importunándolo aun después de haberse convertido en un buda. Competían entre sí para atacarlo incluso a través de la brecha más pequeña de su corazón.
Un buda no es un ser sobrehumano; quien ha alcanzado este estado continúa experimentando problemas, sufrimiento y dolor; todavía está expuesto a las enfermedades y a la tentación por parte de las fuerzas diabólicas. Por esta razón, es una persona de coraje, tenacidad y acción continua, que lucha incesantemente contra las funciones negativas.
No importa cuán elevado sea el estado que podamos alcanzar, sin esfuerzos sostenidos para avanzar y mejorar, nuestra fe puede destruirse en un instante.
Según un texto budista, el dios Brahma (en japonés Bonten) apareció ante el aún indeciso Siddartha y le suplicó que predicara la Ley a todas las personas. En la mitología india, era la personificación del principio universal fundamental (brahmán). En el budismo, se lo considera el gobernante del problemático mundo Saha y, junto con Indra (En japonés Taishaku), es una de las deidades protectoras del budismo. Este episodio simboliza la determinación que surgió de su vida: avanzar y cumplir con su misión.
Decidió de modo concluyente: -¡Seguiré adelante! Los que buscan aprende seguramente escucharán. Quienes tienen poca impureza entenderán. ¡Caminaré entre la gente, que está inmersa en la ilusión y la ignorancia!-
Sintió que lo invadía una nueva energía. Un gran león se ponía de pie para luchar por la felicidad de los seres humanos.
El sabio de los shakyas abandonó el bosque. El cielo, las nubes, los árboles y el río se bañaban en una deslumbrante luz dorada. La brisa susurraba gentil entre las ramas. La naturaleza parecía aplaudir su jornada con una bella y jubilosa melodía.
Luego, Siddartha volvió su atención a la pregunta: ¿A quién enseñarle la Ley? Primero pensó en sus dos maestros de meditación yoga, pero se rumoreaba que ambos habían muerto.
Decidió ir directamente al Parque de los ciervos (en sánscrito Mrigadava), no lejos de Varanasi (también conocida como Benares), que durante mucho tiempo había sido el lugar de reunión sagrado de los filósofos y ascetas religiosos. El Parque de los Ciervos, nombre de un parque en Varanasi, India, lugar del actual Sarnath. También era conocido como Rishipatana o "el palacio donde se reúnen los ermitaños". En ese lugar, Siddartha dio su primer sermón. Se dice que el nombre del parque deriva del hecho de que antiguamente estaba poblado por ciervos. También era conocido como un lugar sagrado en el que se reunían los ermitaños. En tiempos más recientes diversas excavaciones realizadas por arqueólogos han sacado a la luz muchas reliquias, incluyendo uno de los pilares de piedra del rey Ashoka. Se había enterado de que los cinco ascetas con los que había practicado austeridades en el bosque de Sena, se habían trasladado a ese parque.
-Primero les enseñaré la Ley a ellos.-se dijo.
Quería que sus amigos fueran los primeros en escuchar acerca de la Ley de la vida. Fue una actitud absolutamente natural, que había surgido de su sinceridad y del sentimiento hacia sus amigos.
Desde Budhgaya hasta ese lugar había casi doscientos cincuenta kilómetros. Pero Siddartha siguió caminando; su corazón palpitaba alborozado.
Ante él se abría el camino que lo conduciría a la ciudad de Benares, en donde pronunciaría su primer sermón.