martes, noviembre 30, 2010

51-Sin tiempo.

Muchos pensarán que la aparición de Mara y de sus ejércitos es una incorporación posterior a los textos, una leyenda concebida para darle dramatismo a la gesta de Siddartha, a punto de lograr la iluminación. Pero en realidad constituye algo mucho más profundo, pues nos revela la verdadera naturaleza de Mara. La función destructiva del mal, tal como actúa en este mundo. Los escritos narran que, ante la voluntad férrea de Siddartha y su postura intransigente, Mara finalmente se rindió e hizo retroceder a su séquito, con estas palabras:
-Durante siete años, seguí a Siddartha paso a paso. No pude encontrar resquicio por donde entrar en el gran iluminado, el Siempre Alerta. Como el cuervo que se abalanza contra una piedra en forma de animal, confundiéndola con una tierna presa, con un manjar dulce y delicioso, y se aleja al no hallar lo que esperaba, así, como un cuervo que ataca a una piedra, yo renuncio a Gautama, frustrado e impotente.-
Después de acechar a Siddartha durante siete años, finalmente Mara reveló su verdadera identidad, solo cuando aquel estaba a punto de lograr la iluminación.
El caluroso día llego a su fin. El sol se puso sobre Siddartha, que seguía sumido en sus meditaciones, mientras la higuera proyectaba unas largas sombras a su alrededor.
Simultáneamente, en el otro extremo del firmamento, apareció la luna llena de abril, envolviendo con su suave resplandor los árboles, el arroyo y las aldeas circundantes, velando sobre Siddartha mientras este se transformaba en Buda, el iluminado.
Siddartha aguardó, consciente de que la respuesta residía en lo mas profundo de su ser, accesible solo mediante salto de intuición, siempre y cuando la esencia de su alma fuera pura y capaz de reflejar el universo tan perfectamente como un espejo. Las estrellas iluminaban el firmamento.
La intensidad del esfuerzo mental de Siddartha hizo que se abriera su tercer ojo. Al igual que un potente haz de luz, el ojo atravesó el espacio y el tiempo infinito. Siddartha contempló a todos los seres humanos, esforzándose en nacer, esforzándose en renacer, independientemente de su casta, de sus defectos y virtudes.
Y allí empezó la intuición.
Era preciso explorar el pasado; Siddartha contemplo su existencia y la de todos los seres humanos. La cuestión era como eliminar el sufrimiento. Asvapati le había enseñado que toda causa provocaba un efecto. Pero eso no bastaba.
La respuesta cobró forma al analizar la concatenación de causas y efectos.
Cuál es la causa de la vejez y la muerte? Siddartha se concentro hasta dar con la respuesta: la vejez y la muerte existen porque existe el nacimiento. La vejez y la muerte, obedecen al nacimiento. Cuál es la causa del nacimiento? El nacimiento existe porque existe la vida? La vida existe porque existen los vínculos. La vida obedece a los vínculos. Cuál es la causa de los vínculos? Los vínculos existen porque existe el deseo. Los vínculos obedecen al deseo. Cuál es la causa del deseo? El deseo existe porque existe la sensación. El deseo obedece a la sensación. Cuál es la causa de la sensación? La sensación existe porque existe el contacto. La sensación obedece al contacto. Cuál es la causa de los seis sentidos? Los seis sentidos existen porque existe el cuerpo y la individualidad. Los seis sentidos obedecen al cuerpo a la individualidad. Cuál es la causa del cuerpo y la individualidad? El cuerpo y la individualidad existen porque existe la percepción. El cuerpo y la individualidad obedecen a la percepción. Cuál es la causa de la percepción? La percepción existe porque existen las predisposiciones hereditarias y kármicas. Cuál es la causa de las predisposiciones hereditarias y kármicas? Las predisposiciones hereditarias y kármicas existen porque existe la ignorancia. Las predisposiciones hereditarias y kármicas obedecen a la ignorancia.
Si, pensó Siddartha, quien abrió los ojos y observó las estrellas, la ignorancia es el origen de nuestra situación. Vivimos en una época opresiva, gobernada por una multitud de dioses, todos ellos encadenados. Mahabali el renegado me enseñó los primeros pasos hacia un nuevo planteamiento, desconocido en nuestros tiempos, un planteamiento científico e inteligente. Pero eso por si mismo no basta. No, se requiere una combinación de conocimientos, ciencia, sabiduría, talento y el tercer ojo. Pero ese concepto aun no existe en la actualidad. Juntos, producen el saber, y posteriormente viene la intuición. En este instante he comprendido que soy, y sé lo que es eso.
“Yo soy lo más ennoblecido de la tierra. Yo soy la flor y nata de la Tierra. Yo soy el hermano mayor de la Tierra. En verdad os digo que esta será mi ultima encarnación sobre la Tierra. Esta es mi existencia final antes de pasar a la siguiente esfera.”
Si, pensó Siddartha, las respuestas se hacen cada vez mas claras. Sin embargo, si invierto el proceso llegare a la conclusión de que el deseo conduce del nacimiento a la reencarnación, de un sufrimiento a otro sufrimiento. En la raíz de todo subyace la ignorancia. Si eliminamos la ignorancia, eliminamos las predisposiciones hereditarias y kármicas, si eliminamos las predisposiciones hereditarias y kármicas, eliminamos la percepción. Si eliminamos la percepción, eliminamos el cuerpo y la individualidad. Si eliminamos el cuerpo y la individualidad, eliminamos los seis sentidos. Si eliminamos los seis sentidos, eliminamos el contacto. Si eliminamos el contacto, eliminamos la sensación. Si eliminamos la sensación, eliminamos el deseo. Si eliminamos el deseo, eliminamos los vínculos. Si eliminamos los vínculos, eliminamos la vida. Si eliminamos la vida, eliminamos el nacimiento. Si eliminamos el nacimiento, eliminamos la vejez y la muerte.

martes, noviembre 16, 2010

50-Mara.

En la tercera noche, Buda subió a la esfera de los dioses, por un grandioso esfuerzo. El paisaje era sublimemente grandioso, y ante él se le aparecieron las fuerzas cósmicas y los dioses; distinguió remolinos de luz y tinieblas, surgiendo de los mismos corrientes lumínicas que se diversificaban por todo el universo.
-Si,-pensó al respirar profundamente.-¡ahora ya no tratare de huir de Siddartha! Ya no quiero dedicar mis reflexiones y mi vida al ATMAN y a las penas del mundo. Ya no deseo matarme ni despedazarme para hallar un misterio detrás de las ruinas. Ya no estudiare el yaga-veda, ni el atharva-veda, ni los ascetas, ni cualquier otra doctrina. Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme, interiorizarme en el misterio de Siddartha. En todo tiempo experimenta el ser humano horror y espanto ante la ancianidad.
Aunque se agoste mi piel, aunque se corrompan mis manos, aunque mis ojos se desvanezcan, no me moveré de aquí hasta haber alcanzado la cima de la sabiduría.-
Según las escrituras, Mara se alarmó ante la posibilidad de que Siddartha triunfara y dijo al aspirante a Buda:
-Estás al borde de la muerte, flaco y con el semblante ceniciento. Tus oportunidades de sobrevivir son una entre mil. Debes vivir, pues solo con vida podrás realizar buenas acciones. Sin embargo, todo este esfuerzo que estas haciendo es inútil y estéril, pues el camino hacia el Dharma verdadero es arduo, penoso e inaccesible.-
De esta forma, la primera estrategia de Mara fue tratar de desalentar a Siddartha; viendo su fracaso, opto por tentarlo. El episodio permite vislumbrar la naturaleza de lo que llamamos Mara o función del mal. Comúnmente, uno suele pensar que el Demonio es un ser enigmático y sobrenatural, o quizás una figura mítica. Pero en el budismo, el concepto de Mara es muy distinto. Mara es parte de la vida que impregna todo el universo; al mismo tiempo, existe en el corazón y en la mente de cada ser humano. Su verdadera naturaleza, como revela el epíteto "El que sustrae la vitalidad", es obrar de manera incesante para privar a los seres humanos de fuerza vital, en forma rotunda y definitiva. En términos concretos, como vimos en el pasaje anterior de las escrituras, Mara es la fuerza negativa que surge en el interior de una persona para provocar resistencias y obstruir el despertar, cuando esta avanza hacia la meta de la iluminación y de la verdad, y se esfuerza sin límites en pos de ese objetivo.
“Si este ser humano logra liberar a sus congéneres de la esclavitud de los placeres, ¿no acabará por ser una especie de general sin ejercito?”
Pero cuando estas fuerzas destructivas simbolizadas en Mara y su cohorte aparecieron ante Siddartha, este las enfrentó valerosamente sin retroceder un solo paso. Según la escritura mencionada, Siddartha habló a Mara con las siguientes palabras:
-Gran Mal, amigo de la inactividad, has venido acá. Por tus propios intereses. No tengo la menor necesidad de acumular méritos, así que, Mara, deberías predicar a los que necesitan de virtud. Yo tengo fe, heroísmo y sabiduría. ¿Por que me pides que viva, a mí, que tengo un claro propósito por el cual vivir? Mientras la carne se aplaca, mi mente se aquieta y se afirma. He arribado a la ultima sensación; porque vivo de este modo, mi mente no ansía el placer. ¡Contempla la pureza de mi vida! El apetito sensual es tu primer ejército; el segundo es la aversión; el tercero, el hambre y la sed; el cuarto, el ansia. Tu quinto ejercito es la inercia y la pereza; y el sexto, la cobardía. El séptimo ejército es la duda; el octavo, la hipocresía y la estupidez. Y, luego, la riqueza, la fama, el honor y la gloria falsamente cosechados, mas las loas a la propia persona y el desprecio a los demás. He aquí tus ejércitos, Gran Mal. El cobarde no puede vencerlos, pero quien los aplasta logra la felicidad. Vestido de hierba Munja, luchare. Mejor es para mi morir combatiendo que vivir derrotado. Hubo ascetas y brahmanes que libraron esta contienda y acabaron vencidos. No conocen el camino por el cual marchan la virtud y el bien. Pero aun rodeado de demonios por todos los flancos, yo iré al encuentro de Mara con elefantes de guerra. ¡No tomaras mi territorio!-

lunes, noviembre 08, 2010

49-Región infernal.

Los días y las noches se sucedían mientras Siddartha permanecía sentado, inmóvil, a la sombra de la higuera. Poco a poco se iba acercando al momento en que su mente y su cuerpo, purificados por el tiempo y las duras pruebas a las que se había sometido, le permitirían alcanzar la iluminación.
El conocimiento del viaje de búsqueda de Siddartha llegó a oídos de Maya. El señor de la fantasía, el amor, la muerte y los sentidos fue advertido de que su reino sufría una grave amenaza. La vida era concebida y destruida solo por su gracia. Horrorizado al enterarse de que la vida, la procreación y el ciclo de continuación se veían desafiados por Siddartha, que se aproximaba al Nirvana, Maya acudió en defensa de la vida.
El viento agitó las hojas y de pronto apareció ante Siddartha una hermosa criatura transparente, una silueta, una forma en la cual la belleza vital asumía uno de sus múltiples encantadores aspectos: el amor a la vida, al place de abrazar al ser amado, la alegría de un niño, el matrimonio, el gozo… Era Yasodhara, que reía alegremente, viva y enamorada… La forma trató de seducir a Siddartha para que abandonara sus meditaciones y gozara de la vida y sus placeres.
Siddartha abrió los ojos y reconoció lo que no era sino una faceta de la apariencia de Maya. Luego volvió a cerrar los ojos, rechazando la invitación.
Sorprendido e irritado, Maya decidió utilizar otros medios de persuasión. Profiriendo un agudo alarido, convoco a todas las fuerzas de los temores y los vicios contra Siddartha, que estaba cambiando ante la atónita mirada de Maya. La tierra tembló cuando unos espantosos monstruos, gigantes y espectros de afiladas uñas se abalanzaron sobre el príncipe, blandiendo raíces, huesos, calaveras y relámpagos. El propio Maya, montado en un monstruo marino, disparó una flecha contra Siddartha, quien permaneció inmóvil bajo el árbol.
El poder de la bondad de Siddartha creó una fuerza magnética a su alrededor que lo protegió del ataque de los monstruos. Los huesos, las calaveras y las flechas se convirtieron en flores al estrellarse contra la invisible barrera que rodeaba al joven. Siddartha permaneció sentado, con los ojos cerrados, sin perder la calma y sin dejarse influir por las atrayentes promesas ni las temibles amenazas.
Cuando Maya hubo agotado sus defensas, Siddartha abrió los ojos y lo miro. El hombre contempló con sus luminosos ojos azules la visión que estaba ante él en todas sus formas.
-No, Maya.-dijo suavemente.-Eres pura fantasía y yo te rechazo.-
Desesperado al comprobar que Siddartha se negaba a ceder ante el reino de la vida y la muerte, temiendo que su propio reino se viera sometido a nueva ley, Maya le suplico que no prosiguiera su búsqueda, aduciendo que el también había sacrificado mucho, había entregado mucho, todos los días, todos los meses, todos los años… Que mas podía pedir?
El príncipe, a punto de alcanza la iluminación, se apiado de Maya, pues comprendió que los dioses también estaban sometidos a sus propias leyes, mientras Maya seguía enumerando sus buenas obras. Sus legiones de partidarios no dudarían en confirmar todos los méritos y virtudes de Maya.
Maya miro al hombre que estaba sentado solo bajo las gruesas ramas de la higuera. No había nadie presente para defender y confirmar las obras de Siddartha, su superioridad.
-Está vencido!-exclamó Maya, con una perversa sonrisa.-No tienes a nadie que te defienda.-
Siddartha guardo silencio, mientras escuchaba el murmullo del viento y contemplaba la belleza de los árboles y las plantas. Inspirado, el príncipe toco la tierra, invitando a la naturaleza, a la que siempre había valorado y protegido, para que acudiera a defenderlo.
-Llamó a la tierra para que sea mi testigo.-contestó sonriendo.
El suelo se abrió de pronto y apareció la Madre Tierra, la madre de todas las cosas. Unas frutas rojas le rodeaban el pecho, sus rubios cabellos estaban formados por trigo y maíz, el verde de las praderas se reflejaba en sus ojos.
-Soy testigo de la bondad de este hombre en el presente y en sus numerosos pasados.-dijo con voz dulce.
La naturaleza miró a Maya sonriente, abrazando el mundo y el tiempo.
Derrotado, Maya suspiró. La ágil silueta se desvaneció, seguida por sus temibles legiones de monstruos. La desaparición de las hordas del vicio, siempre presentes en cierta medida, purifico a Siddartha de todo resto de deseo y maldad.
De repente se vio atacado por varios animales feroces y algunas serpientes. Entonces, su espíritu comprendió que aquellos animales era sus propias pasiones de las vidas precedentes, aun latentes en lo más hondo de su alma.
Vio asimismo a criminales torturados por el suplicio a que habían sido condenados; se halló envuelto en ráfagas infinitas por los espíritus de los difuntos… o sea, que estaba en una región infernal. Siddartha creyó entrever al amo de dicho reino, Kama, Dios de los deseos. Luego, Kama se transformó en Mara, Dios de la muerte.
La segunda noche, Buda entró en el mundo solitario de los espíritus dichosos. Divisó encantadores paisajes, con jardines colgantes, donde todo era paz, donde todo le susurraba al alma. Mas de pronto, observó que las almas que allí había estaban unidas a la tierra por unos hilos casi invisibles. Siddartha lo entendió: aquellas almas todavía estaban unidas a sus pasiones terrenales, por lo que se veían obligadas a realizar nuevas sucesivas encarnaciones.